REBECA: Luciano…
LUCIANO: Sí.
REBECA: ¿Cómo estás?
LUCIANO: Bien.
REBECA: ¿Sabés quien soy?
LUCIANO: Disculpame.
REBECA: Ah, no importa. Soy Rebeca.
REBECA: Rebeca Manzó. ¿Te acordás?
REBECA: Íbamos juntos a la escuela. Bueno, no juntos, juntos. Yo iba al C y vos al B. Pero… Bueno, nos conocemos.
REBECA: Quiero decir que nos conocimos y que yo me acuerdo de vos.
LUCIANO: Sí, sí. Sí, sí, sí, claro. Disculpame, estaba, estaba distraído. Pero me… Me acuerdo, claro. ¿Cómo estás?
REBECA: Bien. Tranquilo que no pasa nada. Hace mucho tiempo.
LUCIANO: Quince años son suficientes para olvidar un rostro. Pero basta un solo segundo, una sola palabra, un gesto conocido; para que la maquinaria del recuerdo se active y como por arte de magia, el cpu de nuestro cerebro comience a desencriptar archivos a velocidades inquietantes. Un aroma puede desencadenar recuerdos de la niñez que no pensábamos tener. Un nombre, Rebeca Manzó, me llevó a los dieciocho años de un saque. Yo, que quería tomar una copa en soledad, pensar en mis asuntos antes de volver al hotel para atender a los chicos y acá me ven, desorientado ante un cara familiar, volcado ante un millón de imágenes que se concatenan superpuestas como en un sueño.
REBECA: Rebeca Manzó. ¿Te acordás?
REBECA: Íbamos juntos a la escuela. Bueno, no juntos, juntos. Yo iba al C y vos al B. Pero… Bueno, nos conocemos.
REBECA: Quiero decir que nos conocimos y que yo me acuerdo de vos.
LUCIANO: Sí, sí. Sí, sí, sí, claro. Disculpame, estaba, estaba distraído. Pero me… Me acuerdo, claro. ¿Cómo estás?
REBECA: Bien. Tranquilo que no pasa nada. Hace mucho tiempo.
REBECA: ¿Qué estás tomando?
LUCIANO: Cerveza.
REBECA: Bien.
LUCIANO: ¿Querés… Te invito una.
REBECA. Dale.
REBECA: ¿Vivís acá?
LUCIANO: No, estoy de vacaciones.
REBECA: Yo igual.
REBECA: ¿Familia o amigos?
LUCIANO: Familia.
REBECA: Yo igual.
REBECA: Perdón si te molesto, pero… te juro que tengo un buen recuerdo de vos. No éramos grandes amigos, ni nada, quizás por eso acepto que no… Pero yo me acuerdo y es muy lindo.
LUCIANO: Gracias.
REBECA: Una vez… ¿Te jode?
LUCIANO: ¿Cómo?
REBECA: Sí te jode, digo, que…
LUCIANO: No.
REBECA: Una vez, en una fiesta en la casa de Miguel. ¿De Miguel te acordas?
LUCIANO: ¿Qué Miguel?
REBECA: Román.
LUCIANO: Sí, sí… Me acuerdo.
REBECA: Bueno, en su casa, en el cuarto piso, sus papás no estaban y habíamos hecho una fiesta que explotaba. Vos estabas en el balcón, porque no te gustaba la música, yo salí a fumar y ahí te pregunté qué hacías ahí y me dijiste…
LUCIANO: No puedo soportar esta música, me lastima los oídos.
REBECA: Entonces yo te pregunté qué música sí te gustaba. Y vos me dijiste
LUCIANO: El tango, me gusta el tango. ¿A vos?
REBECA: Yo me reí, pensé que me estabas cargando, pero en seguida, vos empezaste a recitar la letra de uno, te la sabías entera. Pero no la cantabas, la decías así, como si fuese una poesía…
LUCIANO: “Cruel en el cartel - ¡La propaganda manda! - Cruel en el cartel - Y en el fetiche de un afiche de papel - Se vende la ilusión, se rifa el corazón - Y apareces tú - vendiendo el último jirón de juventud - Cargándome, otra vez, la cruz - Cruel en el cartel te ríes, corazón”.
REBECA: “Dan ganas de matarse en un rincón”. Repetías un montón esa frase. No parabas. Y decías: “Me gusta tanto esa frase. Es como en esta fiesta, dan ganas de matarse en un rincón”. A mí se me quedó eso, fue tan…
LUCIANO: Balearse.
REBECA: ¿Qué?
LUCIANO: Dan ganas de balearse en un rincón.
REBECA: Eso, sí, eso. Siempre la dije mal. Porque la digo eh, hasta el día de hoy la digo. Cuando algo no me gusta digo: “dan ganas de matarse en un rincón”. Pero la digo mal.
REBECA: Tengo dos hijos. Dos nenas.
LUCIANO: ¿Están acá?
REBECA: Con el papá. Esperan.
LUCIANO: ¿Qué cosa?
REBECA: Necesitaba…
LUCIANO: Entiendo.
REBECA: Esa noche me dijiste muchos tangos. Yo nunca escuche tangos, pero me gustaban mucho. ¿A vos… ? ¿Te sigue gustando el tango?
LUCIANO: Sí.
REBECA: ¿Tenés hijos?
LUCIANO: Sí.
REBECA: Y sí. ¿Dónde andan?
LUCIANO: Se quedaron en el hotel. Hoy fue un día largo.
REBECA: ¿Te acordás de esa noche? ¿O no?
LUCIANO: No me acuerdo, no me acordaba. Pero ahora las imágenes están brillosas, nuevas, inmaculadas, sin uso. El balcón, la fiesta, la música apagadas por los vidrios de la ventana y la manera en que Rebeca chupaba el contenido de tu vaso a través de la pajita, mientras sus ojos, jovencísimos, me miraban y se reían junto con sus dientes, que mordían el plástico dejando unas pequeñísimas marcas que irían creciendo, en cantidad, en el transcurso de la noche. ¿Qué es lo que tiene la juventud que nos gusta tanto?
REBECA: ¿Te acordás de esa noche? ¿O no?
LUCIANO: Más o menos, sí.
REBECA: Yo pensé que esa noche, íbamos a besarnos.
LUCIANO: ¿Y no fue así?
REBECA: No. Pero estuvimos mucho ahí, como dos horas en ese balcón, y yo decía: “este, en cualquier momento me besa”. Pero no. Pasó el tiempo y, como si nada, te metiste adentro. Empezaste a bailar, a cantar. Nunca más hablamos. Bueno, si hablamos, pero no así. Así, solos, con tangos, con poesía y solos.
LUCIANO: No sé qué decirte.
REBECA: Es loco encontrarte acá. Siempre pensé que yo… te gustaba.
LUCIANO: Puede ser.
REBECA: Y no… Uno se acuerda mejor de las personas que le gustan.
LUCIANO: En esa época me gustaba ser… intentaba ser… distinto.
REBECA: ¿Distinto a quién?
LUCIANO: A los demás, distinto a Miguel por lo menos, era un idiota.
REBECA: Sí, decímelo a mí. Estuve dos años de novia con él.
LUCIANO: Perdón, no sabía.
REBECA: Es un idiota. Pero… vos te diste cuenta antes.
LUCIANO: Te juro que no sabía que habían sido pareja.
REBECA:¿Qué hacemos?
LUCIANO: ¿Querés otra cerveza?
REBECA: Me queda.
LUCIANO: Entonces… esperar a terminarla y pedir otra.
REBECA: Dan ganas de matarse en un rincón.
REBECA: Balearse, ¿no? Dan ganas de balearse.
LUCIANO: Tal cual.
REBECA: ¿Ves? Ahí lo dije de costumbre. Lo digo siempre. ¿Qué tango es?
LUCIANO: Afiches.
REBECA: Sí, ese. Me acuerdo.
REBECA: ¿Quién te gustaba a vos?
LUCIANO: En…
REBECA: Sí, en la secundaria digo.
LUCIANO: Había una chica que se llamaba Pilar.
REBECA: La Bianchi.
LUCIANO: Sí, me gustaba.
REBECA: Ah sí, la conozco. Me acuerdo. Muy linda.
LUCIANO: Sí.
REBECA: ¿Cómo se llaman tus hijos?
LUCIANO: Clara y Nauel.
REBECA: Mirá. Yo hubiese jurado que le ponías Pilar a la nena.
LUCIANO: No.
REBECA: Y no, sino tu mujer…
LUCIANO: ¿Qué?
REBECA: Eso, que quizás se entera que era una novia tuya y…
LUCIANO: Nunca fue mi novia.
REBECA: Pilar.
LUCIANO: Sí, Pilar, nunca fue mi novia.
REBECA: Ah. Sí, claro, andaba con uno más grande, un chico más grande. Le decían Carloncho.
LUCIANO: Sí.
REBECA: ¿Y vos no te declaraste nunca?
LUCIANO: No, no.
REBECA: ¿No le decías tangos?
LUCIANO: No.
REBECA: Ah, mirá. Claro, yo siempre pensé que esa era una técnica, ¿viste? Una forma que tenías vos para enamorar chicas. Bueno, también por eso pensé que me ibas a besar. Por eso no entendí cuando te fuiste. Aunque si era una técnica, conmigo te sirvió. Tenelo en cuenta porque por ahí, hoy te sirve.
LUCIANO: Sí, puede ser.
REBECO: ¿Usas técnicas?
LUCIANO: ¿De seducción?
REBECA: Sí, de seducción.
LUCIANO: Tenía un par, sí.
REBECA: Ahora digo…
LUCIANO: ¿Si ahora uso alguna técnica?
REBECA: Sí, ahora. No ahora ahora, digo, no ahora en este momento conmigo. Digo, ahora, como diría en el día a día. Alguna vez, de vez en cuando.
LUCIANO: No.
REBECA: ¿Ninguna?
LUCIANO: No.
REBECA: ¿Sos hombre de una sola mujer?
LUCIANO: No sé…
LUCIANO: ¿Vos?
REBECA: ¿Yo qué?
REBECA: ¿Si soy hombre de una sola mujer? o…. ¿Sí tengo alguna técnica de seducción, preguntás? Sí, alguna tengo. Alguna tengo, sí.
LUCIANO: No sos de contarla o ¿qué?
REBECA: No, no puedo.
LUCIANO: ¿Sabes qué? Por un momento pensé que me ibas a confesar que tu técnica era recurrir a ex compañeros antiguos, buscarlos por las redes y encontrarlos solos, con la guardia baja en un bar, sacarles temas de conversación, compartir alguna que otra historia en común, para luego llevarlos a un hotel, ¿no? Y que tenías en tu casa la foto del último día de clases y que con un fibrón negro, nos ibas tachando a todos nosotros y que no pararías hasta tachar a todo el mundo. Y que al no estar funcionando conmigo, tu técnica, ibas a intentar dormirme con un polvo en la bebida cuando me hubiese ido al baño y diciendo en el bar que eras mi mujer, me llevabas a la fuerza…
LUCIANO: ¿Dije eso en voz alta o lo pensé?
LUCIANO: Lo dije en voz alta.
REBECA: ¿Con vos mi técnica no funciona, por qué?
LUCIANO: Es lo que pensé.
REBECA: Pero ¿porqué decis que mi técnica no funciona con vos?
LUCIANO: No sé, creo no haber, creo no haberte dado ningún in-dicio de… de nada.
REBECA: ¿Seguro?
LUCIANO: Seguro.
REBECA: Mirá que las psicópatas podemos conquistar en menos de un minuto.
LUCIANO: Ninguna psicópata admite ser una psicópata.
LUCIANO: ¿Y por qué no me besaste vos?
REBECA: Otra época.
REBECA: Hoy sería distinto. Hoy si te besaría.
LUCIANO: ¿Hoy hoy o ayer hoy?
LUCIANO: Digo…
REBECA: Sí, entendí. Estaba pensando.
LUCIANO: Ah.
REBECA: ¿De Miguel te acordas?
LUCIANO: Sí.
REBECA: Y de su casa.
LUCIANO: Sí.
REBECA: Y de su balcón.
LUCIANO: Sí.
REBECA: ¿Y de mi?
LUCIANO: Rebeca…
REBECA: Sí.
LUCIANO: ¿Manzó?
REBECA: Manzó.
LUCIANO: Manzó. Manzó, Rebeca.
REBECA: Presente.
REBECA: Igual vos no escuchaste nunca eso. Yo iba al C.
REBECA: ¿Te quedás mucho?
LUCIANO: ¿Cómo?
REBECA: Acá digo, de vacaciones. ¿Te… quedás mucho?
LUCIANO: Sí, todavía me queda.
REBECA: Hoy hoy también. Un poquito más que ayer hoy. Estás… lindo.
REBECA: Nunca fuiste…
REBECA: El ganador siempre fue Miguel.
LUCIANO: El principe de la primavera.
REBECA: Yo fui la princesa.
LUCIANO: Por tu sonrisa, nada más que por tu sonrisa. Eras inalcanzable, uno podía gustar de vos, pero no intentar enamorarte. Quizás por eso lo logré, un poco, esa noche en el balcón, no estaba intentando enamorarte, fue sin querer que en ese ayer hoy, me beses. A mi me gustaba Pilar, una chica hermosa, muy hermosa, pero me gustaba más porque era posible y aunque nunca me dió pelota, ERA posible. En cambio vos…
LUCIANO: “Cruel en el cartel te ríes, corazón...”
REBECA: ¿Qué?
LUCIANO: ¿Cómo sigue?
REBECA: ¿Qué cosa? No entiendo.
LUCIANO: Nada, nada.
REBECA: ¿Vamos?
LUCIANO: ¿A dónde?
REBECA: No sé, a la playa.
LUCIANO: ¿A la playa?
REBECA: Digo, vamos a la playa veinte minutos, media hora y nos vamos. LUCIANO: ¿Por qué a la playa?
REBECA: ¿A dónde querés ir?
LUCIANO: Es que…
REBECA: A un hotel.
LUCIANO: ¿Qué?
REBECA: Te estoy cargando. El cuentito de la psico-killer.
LUCIANO: Claro.
REBECA: ¿Fumás?
LUCIANO: ¿Qué?
REBECA: Cigarrillo, pero ahora que lo mencionás…
LUCIANO: Yo no dije nada.
REBECA: Si a la pregunta de “¿fumás?” se responde “¿Qué cosa?”, el porro está implícito.
LUCIANO: Yo no dije “¿Qué cosa?”, dije “¿Qué?”.
REBECA: Ah, no me habías escuchado.
LUCIANO: ¡Claro!
REBECA: Okey.
REBECA: ¿Fumás?
LUCIANO: ¿Qué cosa?
LUCIANO: ¿Por qué te reís?
REBECA: ¿Tenés porro?
LUCIANO: No.
LUCIANO: ¿Vos?
REBECA: No.
REBECA: Cigarrillo, ¿fumás?
LUCIANO: Sí.
REBECA: ¿Me das uno?
LUCIANO: Creo que no se puede fumar acá.
REBECA: Que me echen.
REBECA: ¿Fuego?
LUCIANO: Sí.
REBECA: ¿No fumás vos?
LUCIANO: No.
REBECA: ¿Te da miedo?
LUCIANO: No, no es eso.
REBECA: Te da miedo que te digan algo.
LUCIANO: Bueno, sí, puede ser, un poco.
REBECA: Lo apagas y pedís disculpas.
LUCIANO: Tampoco tengo tantas ganas de fumar.
REBECA: ¿Cómo se llama?
REBECA: Tu mujer, ¿cómo se llama?
LUCIANO: Laura.
REBECA: ¿Me das un beso?
LUCIANO: Sí… pero, ¿por qué?
REBECA: Qué sé yo. ¿Me lo das?
LUCIANO: Sí.
REBECA: ¿Tengo olor a pucho?
LUCIANO: No sé. Yo también fumo.
REBECA: Nada mal la noche…
LUCIANO: No, nada mal.
LUCIANO: Nada de todo eso sucedió. No fue en un bar, no fue a la noche. Fue en la cola de un cajero, cerca de las dos de la tarde. Necesitaba efectivo para pagar el alquiler de las sillas, de la sombrilla. Los chicos se quedaron con la mamá y yo subí al auto a buscar un cajero. Estuve más de media hora andando. Encontré uno con media cuadra de cola, al sol. En quinientos metros a la redonda no ví otro, así que desistí, me armé de coraje y ya con color, fastidiado, estacioné y comencé a hacer la cola a esperar. Fuí el último casi quince minutos y, entonces, apareció.
REBECA: Luciano…
LUCIANO: Si.
REBECA: ¿Cómo estás?
LUCIANO: Bien.
REBECA: ¿Sabés quien soy?
LUCIANO: Disculpame.
REBECA: Ah, no importa. Soy Rebeca.
REBECA: Rebeca Manzó. ¿Te acordás?
REBECA: Íbamos juntos a la escuela. Bueno, no juntos, juntos. Yo iba al C y vos al B. Pero… Bueno, nos conocemos.
REBECA: Quiero decir que nos conocimos y que yo me acuerdo de vos.
LUCIANO: Sí, sí. Sí, sí, sí, claro. Disculpame, estaba, estaba distraído. Pero me… Me acuerdo, claro. ¿Cómo estás?
REBECA: Bien. Tranquilo que no pasa nada. Hace mucho tiempo. ¿Qué haces por acá?
LUCIANO: Vacaciones. Bueno, eso es lo que digo.
REBECA: Mucha cola.
LUCIANO: Para todo.
REBECA. Ay sí, por favor.
LUCIANO: Terrible.
REBECA: Sí, terrible. ¿Hace mucho que esperas?
LUCIANO: Sí, bueno, bastante, qué sé yo.
REBECA: ¿Se mueve?
LUCIANO: ¿La cola?
REBECA: Sí.
LUCIANO: De a poco, se mueve.
REBECA: Y sí…
REBECA: ¿Te jode que te hable?
LUCIANO: No.
REBECA: ¿De Miguel te acordas?
LUCIANO: Sí, sí, me acuerdo.
REBECA: Una vez yo salí a fumar al balcón de su casa, en una fiesta creo y vos estabas ahí porque no te gustaba la música. Me dijiste que te gustaba el tango. Yo me reí, pensé que me estabas cargando y vos empezaste a recitar la letra de uno, no cantabas, la decías así, como si fuese una poesía y repetías una frase: “dan ganas de matarse en un rincón”; y decías: “como en esta fiesta, dan ganas de matarse en un rincón”. A mi me quedó eso, fue tan…
LUCIANO: Balearse.
REBECA: ¿Qué?
LUCIANO: Dan ganas de balearse en un rincón.
REBECA: Eso, sí, eso. Siempre la dije mal. Porque la digo eh, hasta el día de hoy la digo. Cuando algo no me gusta digo: “dan ganas de matarse en un rincón”. Pero la digo mal.
REBECA: Tengo dos hijos. Dos nenas.
LUCIANO: ¿Están acá?
REBECA: Con el papá, en la plaza. Esperan.
LUCIANO: Y van a seguir esperando.
REBECA: Sí.
REBECA: ¿Tenés hijos?
LUCIANO: Sí.
REBECA: Y sí. ¿Dónde andan?
LUCIANO: Ya están en la playa.
REBECA: Yo pensé que esa noche, íbamos a besarnos.
LUCIANO: ¿Y no fue así?
REBECA: No. En esa época me gustaba ser… intentaba ser… distinto.
REBECA: ¿Distinto a quién?
LUCIANO: A los demás, distinto a Miguel por lo menos, era un idiota.
REBECA: Miguel es mi marido.
LUCIANO: Perdón, no sabía.
REBECA: ¿Andarán los cajeros?
LUCIANO: Andar, andan. Espero que tengan plata para cuando lleguemos.
REBECA: Y sino…
LUCIANO: ¿Qué?
REBECA: Y sino que hacemos digo, si no tienen plata.
LUCIANO: Ah, no, no sé.
REBECA: ¿Qué hacemos si no andan?
LUCIANO: Buscar otro, supongo.
REBECA: Dan ganas de matarse en un rincón. Balearse, ¿no? Dan ganas de balearse.
LUCIANO: Tal cual.
REBECA: ¿Ves? Ahí lo dije de costumbre. Te dije, lo digo siempre. ¿Qué tango es?
LUCIANO: Afiches.
REBECA: Sí, ese. Me acuerdo.
LUCIANO: ¿Y por qué no me besaste vos?
REBECA: Otra época.
REBECA: Hoy sería distinto.
REBECA: Hoy si te besaría.
LUCIANO: ¿Hoy hoy o ayer hoy?
LUCIANO: Digo…
REBECA: Entendí. Estaba pensando.
LUCIANO: Ah.
REBECA: ¿Te quedás mucho?
LUCIANO: ¿Cómo?
REBECA: Acá digo, de vacaciones. ¿Te… quedás mucho?
LUCIANO: Ayer llegamos.
REBECA: Mirá.
REBECA: No avanza.
LUCIANO: ¿Cómo?
REBECA: La cola, no avanza.
LUCIANO: No.
LUCIANO: “Cruel en el cartel te ríes, corazón...”
REBECA: ¿Qué?
LUCIANO: ¿Cómo sigue?
REBECA: ¿Qué cosa? No entiendo.
LUCIANO: Nada, nada.
REBECA: ¿Vamos?
LUCIANO: ¿A dónde?
REBECA: No sé, a la playa.
LUCIANO: ¿A la playa?
REBECA: Digo, esperar acá es un bajón, nos vamos a la playa veinte minutos, media hora y volvemos. Por ahí se descongestiona un poco.
LUCIANO: No, digo, ¿por qué a la playa?
REBECA: ¿Y dónde querés ir?
LUCIANO: Es que…
REBECA: A un hotel.
LUCIANO: ¿Qué?
REBECA: Te estoy cargando. No sé, podemos ir a la playa, mirar el mar, bañarnos y no estar haciendo una cola de un cajero, aburridos y con este calor.
LUCIANO: ¿Por qué te reís?
REBECA: Es… Es que…
LUCIANO: ¿Qué?
REBECA: Es que… Me dan ganas de vivir por un segundo… Bueno, no, un segundo, unas horas en el pasado. No es por voz, no, no te asustes, no es que quiero volver al famoso balcón y besarte. Es que quiero, a veces, hoy, quiero vivir por unas horas esa vida despreocupada, de fiestas, de… de diversión, de hacer nada. Quiero ir a la playa, con un chico, como si fuese un viaje de egresados en un lugar con mar, sentir que… me tiembla la piel, que… Eso.
REBECA: Por eso me sonrío.
LUCIANO: Sí.
REBECA: ¿Vos también?
LUCIANO: Sí.
REBECA: ¿Vamos?
LUCIANO: Dale.
LUCIANO: Tampoco. No hubo cajero tampoco. Simplemente hubo la cola de un supermercado y a tres changuitos de distancia, la cara de Rebeca. Dos nenas a su lado, similares en gestos y en edad. La miré, se me piantó una sonrisa y se me destapó un recuerdo. El balcón y el tango. Se me habrá notado un poco, porque ella me vió y también me sonrió y terminó por levantar una mano a modo de saludo distante y yo, correspondí con mi mano. Un hombre con un paquete de galletitas llegó, acarició la cabeza de una de las nenas y le habló a Rebeca. Volví a mirar mi celular y…
LUCIANO: Tampoco. Siempre patético hasta en la imaginación.
REBECA: La escena del balcón ni siquiera fue conmigo. Fue con una chica llamada Graciela. Alta, tosca en el habla, muy bonita, pero sin que ella lo sepa. No fueron muchas letras de tangos, no fueron dos horas. Fue “Afiches”, la única letra que Luciano sabía completa. Quería ser distinto, eso es verdad, pero aún le faltaba práctica. Incluso, creo que no era la casa de Miguel, que no había una gran fiesta, sólo cuatro o cinco amigos, haciendo una previa antes de salir a bailar.
LUCIANO: Nunca tuve con Rebeca otra conversación que “hola” o “chau”. Pero la memoria es algo nos puede jugar alguna que otra carta mágica, de esas que tocan pocas en la vida. Así que… sin tanta vuelta, esto es lo que verdaderamente pasó.
REBECA: Luciano…
LUCIANO: Hola.
REBECA: ¿Sabés quién soy?
LUCIANO: Rebeca.
REBECA: ¿Qué hacés por acá?
LUCIANO: Vacaciones.
REBECA: Igual.
LUCIANO: ¿Qué estás tomando?
REBECA: Recién llego, estoy con unas amigas. Te ví y… Me parecías conocido.
LUCIANO: Sí.
REBECA: ¿Qué es de tu vida?
LUCIANO: No sé.
REBECA: ¿Mujer, hijos?
LUCIANO: Sí, dos hijos.
REBECA: Qué bueno verte.
LUCIANO: ¿Vos?
REBECA: Separada, ¿te acordás de Miguel?
LUCIANO: Sí.
REBECA: Bueno, yo intento olvidarlo.
REBECA: No es para que te rías.
LUCIANO: Perdón.
REBECA: ¿Estás solo?
LUCIANO: Un rato… Necesitaba…
REBECA: Entiendo.
REBECA: Bueno. Después, si querés, tomamos algo.
LUCIANO: Tengo que volver al hotel.
REBECA: “Dan ganas de balearse en un rincón”.
LUCIANO: O no…
-FIN-
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