FRÍO

PERSONAJES

ÁNGEL (44)

CLARA (42), su hermana. 

MARCELO (47), esposo de Clara.

MACARENA (16), hija de Clara y Marcelo. 

REBECA (32), novia de Ángel. 

PEPE (7), un niño. 

EVELYN (65), la madre de Ángel y Clara. 




CUADRO PRIMERO 


Hace frío. El lago está congelado. En la orilla, un hombre abrigado fuma un cigarrillo, su nombre es Ángel. La mano que no fuma está dentro del bolsillo de su sobretodo. No podemos distinguir cuando expulsa humo y cuando es el mismo aliento congelado, todo es bastante parecido. Al fondo, muy al fondo, una cabaña, con las luces encendidas. Un bosque separa el río de la cabaña, un bosque sin hojas, un bosque blanco. 

Está comenzando a caer la tarde. Nos aguarda la noche, mientras la brasa y las ventanas cobran fuerza lumínica. Es precisamente, esa hora indescifrable, sin el naranja del crepúsculo, con un gris otoñal, con un pronóstico de noche clara, gris y clara.   

Un niño, de unos seis años se acerca a Ángel. Va golpeando el hielo con un palo, lo llaman Pepe. 


PEPE: Hola.

ÁNGEL: Hola.

PEPE: En la orilla el hielo es más duro, hay menos agua. (Ángel, asiente con la cabeza). Pero este palo también es duro. Alguno de los dos se va a romper primero. 

ÁNGEL: Tenés que tener cuidado, si se rompe el hielo podés caerte al agua.

PEPE: Sí. 


Pepe, golpea el hielo más fuerte. 


PEPE: El hielo está muy duro. 

ÁNGEL: En cualquier momento se hace de noche, ¿no tendrías que ir a tu casa? 

PEPE: Nop. 

ÁNGEL: Bueno. 

PEPE: Mi papá está malo. 

ÁNGEL: ¿Cómo? 

PEPE: Malo, no quiere que estemos en la casa cuando está malo. (Golpea el hielo, se detiene). Un hombre murió el año pasado por caerse al agua. Pero estaba allá, en el medio (señalando hacia adelante), tuvieron que esperar hasta la primavera para sacarlo del agua, mi hermano lo vio. Me dijo que los pescados le habían comido la cara. 

ÁNGEL: ¿Dónde está tu hermano?

PEPE: No sé. 

ÁNGEL: ¿Estás solo? 

PEPE: Sip.

ÁNGEL: ¿Y tu mamá? 

PEPE: ¿Tenés hermanos? 

ÁNGEL: Tengo una hermana. 

PEPE: ¿Vos la podés? 

ÁNGEL: ¿Cómo? 

PEPE: Si pelean, ¿vos la podés? 

ÁNGEL: Claro, soy más grande que ella. 

PEPE: Mi hermano es más grande que mi papá. ¿Y cómo se llama? 

ÁNGEL: ¿Mi hermana? 

PEPE: Sipi.  

ÁNGEL: Clara. 

PEPE: ¿Y vos? 

ÁNGEL: Ángel. 

PEPE: Yo soy Pepe. 

ÁNGEL: Mucho gusto, Pepe. 

PEPE: Aja. 


Golpea el hielo con el palo repetidas veces, Ángel sonríe mientras lo observa. Desde la cabaña trasera, sale una mujer, se aproxima a la orilla donde están charlando Ángel y Pepe.


PEPE: ¿Sabías que hay casas que están hechas de hielo? 

ÁNGEL: ¿Sí? 

PEPE: Papá Noel, vive en una casa que está hecha de hielo.

ÁNGEL: Deben ser muy frías. 

PEPE: Sipi. 

ÁNGEL: Pero muy duras. 

PEPE: Sip.

ÁNGEL: No podríamos decir que en esas casas se sienta el calor de un hogar. (Sonríe).

PEPE: Aja. Papá Noel vive en el Polo Norte. 

ÁNGEL: Sabés muchas cosas, Pepe. ¿No tenés frío?


Pepe niega con la cabeza. La mujer del fondo ha llegado donde están ellos. Se llama Rebeca. 


REBECA: Ángel… (Al divisar a Pepe). Ah. Hola. 

ÁNGEL: Rebeca, te presento a Pepe, es un amigo que acabo de conocer. 

REBECA: Hola Pepe. 


Pepe la saluda con la mano y golpea el hielo. 


REBECA: Tu mamá quiere que entres. 

ÁNGEL: Ya voy. 

PEPE: ¿Es tu hermana? 

ÁNGEL: No, es mi… ¿Qué serías exáctamente Rebeca?  

REBECA: Soy su mujer.  

PEPE: Ah. 

ÁNGEL: ¿Te parece linda, Pepe? (Pepe, se encoge de hombros). Yo no estoy muy seguro, (REBECA lo mira, seria) por eso te pregunto. 

PEPE: Sí, es linda.  

REBECA: Gracias, Pepe. ¿Vos tenés novia? 

PEPE: Nop. 

ÁNGEL: Ella está disponible, Pepe. Bueno, no sé en realidad, ¿cómo sería tu estado actual, Rebeca?  

REBECA: Vamos Ángel. Tu mamá se va a poner nerviosa si no entramos. 

ÁNGEL: Okey. Bueno, Pepe, un gusto conocerte. 

PEPE: ¿Vivís ahí? (Señalando la cabaña del fondo). 

ÁNGEL: No. 

PEPE: Ah. 

ÁNGEL: Vivo en otro lado. 

PEPE: Ah. 

REBECA: Ángel. 

ÁNGEL: ¿Qué, Rebeca, qué? 

REBECA: Tu mamá… 

ÁNGEL: ¿Qué? 

REBECA: Está sola.

ÁNGEL: ¿Y Osvaldo? 

REBECA: Recién se fue. 

ÁNGEL: Bueno, andá yendo. Yo ya voy, voy a fumar otro cigarrillo. Y a charlar un poco más con mi nuevo amigo. 

REBECA: Pepe, ¿no tendrías que ir a tu casa? Ya es tarde. Tu mamá, como la de Ángel, seguramente quiere que estés en casa. 

PEPE: Mi mamá no está en casa. 

REBECA: Bueno… pero seguro que hay alguien en tu casa que se preocupa si se hace de noche y no volvés. 

PEPE: No. 

ÁNGEL: Dejalo Rebeca, vamos a entrar a nuestras casas cuando podamos saber qué cosa se va a romper primero. Si el duro hielo del lago o la dura madera del palo. 


Ángel, toma un palo y comienza a golpear al hielo como lo hacía Pepe hace un rato. El niño lo mira. 


REBECA: Ángel, por favor… No me hagas volver sola ahí adentro. 


Ángel, sigue golpeando el hielo, ahora con más fuerza. 


REBECA: ¡Ángel!

PEPE: ¡Vamos! ¡Se está rompiendo! 

ÁNGEL (Golpea el hielo unas veces más y toma el palo como una lanza, intenta clavarlo en el río congelado): No había una casa de hielo en la historia de los tres chanchitos. No eran nada inteligentes esos chanchos, el hielo es mucho más duro que el ladrillo. Sobre todo cuando hace frío. Soplaré, soplaré y soplaré hasta que la casa de hielo se caiga, soy un lobo feroz, soy un lobo de las nieves. ¿Estás ahí adentro papá noel? ¡¿Sos el cuarto chanchito, gordito rojo?!. ¡No voy a parar hasta tumbar tu casa de nieve!  (Finalmente el hielo se quiebra y el palo de Ángel queda clavado, como una lanza a la orilla del río). ¡¡¡SÍ!!! LO LOGRAMOS PEPE.


Pepe sonríe y festeja. Rebeca, sale hacia la cabaña a paso acelerado. Ángel, agitado, prende otro cigarrillo. 


PEPE: ¿Tu mamá está mala?  

ÁNGEL: No, está enferma. 

PEPE: Mi mamá se fue porque es una puta. 

ÁNGEL: ¿Cómo sabes eso? 

PEPE: Mi papá me lo dijo. 

ÁNGEL: O quizás se fue porque tu papá está malo. 

PEPE: A veces se pone malo, pero a mí no me importa, yo no lloro. 

ÁNGEL: Tendrías que volver a casa, ya es de noche. Yo también voy a entrar. 

PEPE: Yo nunca voy a tener una novia. 

ÁNGEL: Está bien, Pepe. 

PEPE: No quiero tener novia, ni mujer, ni mamá. Voy a contarle a mi hermano que rompí el hielo más duro del mundo. 

ÁNGEL: Contale que fuiste un lobo, Pepe. 

PEPE: Sí, eso. Chau. 

ÁNGEL: Chau. 


Pepe, sale corriendo con su palo. Ángel, comienza a caminar hacia la cabaña. El palo sigue clavado en el hielo. Vuelve sobre sus pasos, lo arranca con fuerza y se resbala en el hielo. Cae de culo. Sentado, fuma. No se ríe. Se levanta con el cigarrillo en la boca, con la bota contra el suelo quiere quebrar más hielo. Golpea, unas cuentas veces. Mira hacia arriba, hace frío. Se acomoda la ropa y comienza a ascender, hacia la cabaña. Aún fumando. 



CUADRO SEGUNDO


Bosque, árboles desnudos, sin hojas, nieve. Al fondo, todavía al fondo, la cabaña. El color del día, aunque más oscuro, más gris, no es el de la noche. 

El encuentro parece casual. Lo es. Marcelo, está ahí, recién llegado y Ángel atraviesa el bosque. 


MARCELO: ¡¿Ángel?! 

ÁNGEL: Marcelo. 

MARCELO: ¿Cómo estás? 

ÁNGEL: Acá, caminando. 

MARCELO: ¿Buscando leña? 

ÁNGEL: No. ¿Clara? 

MARCELO: Está en el auto. Con Maca. 

ÁNGEL: ¿Qué pasó? 

MARCELO: Nada, ¿por? 

ÁNGEL: ¿Por qué están en el auto? 

MARCELO: Bajando las cosas. 

ÁNGEL: ¿Trajeron cosas? 

MARCELO: Bueno, las valijas, las cosas digo. Yo me estoy meando hace cuarenta kilómetros.  

ÁNGEL: Y meá.

MARCELO: Sí, gracias. (Se dispone a mear, detrás de uno de los árboles). ¿Rebeca? 

ÁNGEL: En la casa. 

MARCELO: Ahhh… por favor… (Son sonidos de placer, se escucha el meo. Ángel sonríe un poco). 

ÁNGEL: ¿Qué pasa? ¿Te excita que mi mujer esté en casa? 

MARCELO: La verdad que tu mujer siempre me excitó bastante, pero este placer proviene de otro lado, tanto o más primitivo. Ahhh. Cuarenta minutos de sufrimiento, vuelvo a pasarlos Ángel, vuelvo a pasarlos por este minuto de gloria. ¡Ahhh! 

ÁNGEL: No sabía que llegaban hoy. 

MARCELO (Que sigue meando): No, es que no era la idea. La idea era parar a mitad de camino, hacer noche ahí y seguir mañana temprano, para llegar temprano, tipo dos. Pero, bueno, sabés que a Clara le gusta el ahorro, tanto de guita como de tiempo. Así que dijimos, bueno, ella dijo y yo acepté: “Sigamos hoy, si le metemos pata, llegamos antes de que anochezca”. Y acá estamos, antes de que anochezca. Yo un poco muerto… y meando por las cuatro veces que quise parar y no me dejaron. Sin parar, “sin parar, papá”, me decía la nena. La desgracia es que yo siempre quise que Maca se parezca a la mamá y no a mi. Ahhh. La puta madre, no paro más. 

ÁNGEL: Maca… ¿Cuánto tiene ya? 

MARCELO: Dieciséis. Sí, le dije nena, si me escucha me mata.  

ÁNGEL: Guau. 

MARCELO: Cómo crecen. 

ÁNGEL: La última vez que la ví tenía doce. 

MARCELO: Cuatro años. Bueno, no es mucho. Lo que sí te digo, ya no juega más con muñecas. Ahora se pasa todo el día hablando con los amigos con el celular. 

ÁNGEL: Le regalé una barby, la última vez. 

MARCELO: Sí y le encantó. Siempre decía que era el regalo de su tío Ángel. Pero ahora… (Se la está sacudiendo, por eso no habla). Ahora prefiere el spotify premium. ¿Vos sabés lo que es eso? Nada, es nada, pero sale plata. Y la paga papá. (Ya puede salir de atrás del árbol). ¿Qué haces acá? 

ÁNGEL: Fui hasta el río, a fumar. 

MARCELO: ¿Y? 

ÁNGEL: ¿Qué? 

MARCELO: ¿Se va a poder patinar? 

ÁNGEL: Todo el invierno, y un poco más. 

MARCELO: Ay dios, no sé si tengo el culo preparado. 

ÁNGEL: No aprendiste. 

MARCELO: Ni el ánimo para escuchar a tu hermana dándome clases.  


A Clara, antes de verla, la podemos oír.


CLARA: ¡MARCELO!

MARCELO: ¡Acá estoy, estoy con Ángel! 

CLARA: ¡Y bueno, vengan. Que no voy a subir todo yo sola! 

ÁNGEL: ¡Vení Clara, vení a saludar! 

CLARA: ¿Dónde está Osvaldo? 

ÁNGEL: ¡Ya se fue! ¡Ahora les ayudo a bajar las cosas! ¡Vení!

CLARA: Por favor… (Parece que su voz se acerca, se escuchan sus pasos y sus quejas). ¿Se puede saber qué hacen ahí? Que con la nieve todo parece embarrado, me llego a caer Marcelo, me llego a caer y me voy a enojar mucho. 

MARCELO (A Ángel): Ahí viene tu hermanita. 


Ángel sonríe mirando en la dirección en que Clara llega. 


CLARA (deteniéndose a unos metros): Hola. (Se la nota agitada). 

ÁNGEL: Hola, Clara. 

CLARA: ¿Qué hacen acá? 

ÁNGEL: Vengo del río y me crucé con Marcelo que venía a responder el llamado de la naturaleza. 

CLARA: Es el único llamado que responde últimamente. 

MARCELO: ¿Todo bien? 

CLARA: Vamos al auto así bajamos las cosas. 

MARCELO: Sí, esto ya está liquidado. 

ÁNGEL: ¿Les ayudo? 

MARCELO: No. 

CLARA: Sí. 

ÁNGEL: Les ayudo. 

CLARA (A Ángel): ¿Qué hacías en el río? ¿Se puede patinar? 

MARCELO (Respondiendo por Ángel): Todo el invierno. 

ÁNGEL: Sí, se va a poder. 

CLARA: Bueno…

ÁNGEL: Bueno… 


Pausa.


ÁNGEL: ¿No me vas a dar un beso? 

CLARA: ¿Tengo que bajar? 

ÁNGEL: Puedo subir. 

MARCELO: Voy a ver qué hace Maca. (Subiendo y saliendo). Aunque puedo adivinar, con mis poderes mágicos o, más bien, con mis sensores de ondas de radio, puedo adivinar que en este momento está escribiendo un whatsapp que dice: “Hola Puchi, acabo de llegar a casa de mi abuela, en el sur. El aburrimiento ya me invade, es atroz. Deseo volver cuanto antes”. 

CLARA: Marcelo, tu hija no habla así y no tiene a ninguna amiga llamada Puchi. 

MARCELO: ¿Quién dijo que era una amiga? Con la cantidad de tiempo que pasan con el celular, le escriben hasta a los perros. 


Marcelo, sale. 

Pausa, nadie se mueve.


ÁNGEL: ¿Qué tal el viaje? 

CLARA: Largo. ¿El tuyo? 

ÁNGEL: Igual. 

CLARA: ¿Mamá? 

ÁNGEL: En la casa. 

CLARA: Aja. ¿Y cómo está? 

ÁNGEL: Un poco… como…  deprimida. 

CLARA: ¡Uf! ¿Rebeca? 

ÁNGEL: Está en la casa. 

CLARA: ¿La dejaste sola? 

ÁNGEL: Un poco. Estaba…  

CLARA: Ángel, por favor, vamos subiendo. 

ÁNGEL: Sí. 

CLARA: ¿Qué pasa? 

ÁNGEL: No pasa nada. ¿Vos? ¿Cómo estás? 

CLARA: Ángel, no me preguntes cómo estoy. Si realmente te interesaría saber como estoy, como estamos, con mi familia, me llamarías algún día, pasarías a visitarme, hablarías con tu sobrina que siempre pregunta por vos, vendrías por mi cumpleaños, me mandarías al menos un mensaje de felicitaciones. Pero no. Esperás hasta que nuestra madre en común se enferme.  Vernos, de una manera forzada y bastante tensa, por cierto; y ahí me preguntás cómo estoy. No puedo contestar, ahora. Pero, bueno, tenemos que pasarnos todo un fin de semana largo compartiendo “en familia”, así vamos a disimular que no somos como dos extraños. Quizás cuando nuestras “mini vacaciones” terminen, podamos mirarnos a la cara y reconocernos. Poder ver a ese hermano que ya no sabés si vive… bien o mal. Pero dame tiempo… hasta el lunes, para poder responderte esa pregunta o por lo menos, para aceptar que me la hagas. Tengo esperanzas. 

ÁNGEL: Rebeca, está embarazada. 

CLARA: Felicitaciones. 

ÁNGEL: No es mio. 

CLARA (Suspira, poco): … Lo siento mucho. ¿Vamos? 

ÁNGEL: Me vas a dar un beso, al menos. 

CLARA: Ángel…

ÁNGEL: Te extrañé. 

CLARA: No mientas. 

ÁNGEL: No miento. Lo que pasa es que me di cuenta recién ahora. 

CLARA: Es un poco tarde. 

ÁNGEL: Un abrazo y un beso, no pido tanto. 

CLARA: Eso es lo que vos pensás. (Ángel abre los brazos). No voy a ir, vení vos. (Ángel, abre los brazos un poco más). Sos un puto. 


Clara se deja caer en el abrazo. Se abrazan. Ángel, le besa la cabeza un par de veces y vuelve al hueco del hombro. 

Hablan sin dejar de abrazarse.  


CLARA: ¿Cómo sabés que no es tuyo? 

ÁNGEL: Porque soy incapaz de embarazar a una mujer mediante la telepatía. 

CLARA: ¿Por qué? 

ÁNGEL: No cogemos. 

CLARA: ¡Con Rebeca! 

ÁNGEL: Ni con ella, ni con nadie. 

CLARA: ¿Engordó? 

ÁNGEL: No. 

CLARA: ¿Sigue siendo la bomba que era?

ÁNGEL: Sí. 

CLARA: ¿Y no cogen?

ÁNGEL: No.

CLARA: Bueno, ella si. 

ÁNGEL: Ella sí. 

CLARA: A Marcelo lo echaron del trabajo. Yo estoy trabajando el doble, salgo de casa a las siete de la mañana y vuelvo a las nueve de la noche, todos los días. Mi hija me odia. Y mi mamá se está mu… no sé cómo está. ¿Cómo querés que esté, Ángel? 

ÁNGEL: ¿Cogés? 

CLARA: Ehm… Sí un poco. 

ÁNGEL: ¿Cuánto? 

CLARA: Ángel… 

ÁNGEL: ¡¿Cuánto?! 

CLARA: Qué sé yo…  ¿Una vez por semana? 

ÁNGEL: Guau. 

CLARA: Siempre supe que era una pendeja de mierda.  

ÁNGEL: ¿Cómo no me avisaste? 

CLARA: ¿Que no te avisé?  

ÁNGEL: Es una broma. 

CLARA: ¿Vamos?

ÁNGEL: Sí. 

CLARA: Me estoy congelando acá.

ÁNGEL: Bienvenida al culo del mundo. 


Ingresa Macarena, es más bella que la madre.  


MACARENA: ¿Mamá? 

CLARA: Maca, mirá quién está acá. 

ÁNGEL: ¡Hola!

MACARENA: Hola tío. (No se mueven). 

CLARA: Vení, dale un beso, saludá. 

ÁNGEL: No pasa nada. Pobre. 

CLARA: Macarena… 

ÁNGEL: Clara, dejala. 


Macarena, hace un pequeño trote y se abraza a Ángel.


ÁNGEL: Hola linda. 


Siguen abrazados, Ángel se pregunta con la mirada y hace cómplice a Clara de su pregunta. Clara responde con un “dejala”, en señas. 


ÁNGEL: ¿Estás bien Maca? ¿Cómo van tus cosas? 

MACARENA: La abuela. 

ÁNGEL: Sí, ¿qué pasa? 

MACARENA: ¿Dónde está? 

ÁNGEL: En la casa.

CLARA: Bueno, Maca, vamos. 

ÁNGEL: ¿Vamos? ¿Querés ir a verla? 


Macarena, sale del abrazo y mira a Ángel. 


MACARENA (A Ángel): ¿Puedo hablar con vos?

CLARA: Después, Maca. 

ÁNGEL: ¿De qué, qué pasa? 

MACARENA: ¿Qué tiene? 

CLARA: Macarena, vamos y después hablamos. 

ÁNGEL: ¿Cómo qué tiene? 

MACARENA: ¿Cáncer?

ÁNGEL: (A Macarena). No. (A Clara). ¿No le contaste?

CLARA: Vamos, me estoy cagando de frio. 

MACARENA: ¿Qué tiene? 


Ángel, mira a Clara. Ella no responde ni hace ningún tipo de señas.


ÁNGEL: Tu abuela… tiene… tuvo un problema en la cabeza. 

CLARA: Ya le expliqué. 

MACARENA: ¿Se va a morir? 

CLARA: Hoy no, vamos. 

ÁNGEL: Hoy no. 

MACARENA: Está sola acá. Yo también me muero si estoy sola acá. 

CLARA: Macarena. 

ÁNGEL: Tu mamá tiene razón. Mejor entremos.

MACARENA: Papá dice que le ayudemos con las valijas. 

ÁNGEL: Sí, vamos. 

MACARENA: Todo blanco, todo frío, todo así, siempre así, todo el año. 

CLARA: En verano hace calor, Macarena. 

MACARENA: Pero está sola. 


Marcelo, ingresa. 


MARCELO: ¡Che!

CLARA: Ahí vamos, Marcelo. La nena está saludando a su tío… y filosofando, parece. 

MARCELO: Pero, ¿no tienen frío? 

CLARA: Sí. 

MARCELO: Ángel, dame una mano con las valijas de tu querida sobrina, que parece que se va a quedar a vivir acá con todo lo que trajo, parece un camión de mudanzas el auto. 

ÁNGEL: Claro. 

CLARA: ¿Qué? 

ÁNGEL: Claro dije, no Clara. 

CLARA: Dios. 

MACARENA: Tío.

ÁNGEL: ¿Qué, Maca? 

MACARENA: ¿Viniste solo?

ÁNGEL: No.

MACARENA: ¿Dónde está la tía?

ÁNGEL: ¿Rebeca? En la casa. 

MACARENA: Pobre. ¿Sola? 

CLARA: No. (Pausa rara). Está con la abuela. 

MARCELO: Si salimos ahora podemos bajar las cosas antes de la cuatro de la mañana. 

CLARA: Ay, Marcelo, que apurado que estás. 

ÁNGEL: Vamos. 

MACARENA: Vamos.


Sale Macarena, seguida por Marcelo. 


CLARA: Ahí vamos. ¿Qué vas a hacer? 

ÁNGEL: Vamos a bajar las valijas, ¿no?

CLARA: Con Rebeca. 

ÁNGEL: Nos vamos a separar. Pero después hablamos. 

CLARA: ¿Y el padre… (Pausa rara, Ángel mira a Clara, parece entender perfectamente la pregunta, pero el odio lo ciega). ¿Se va a hacer cargo del chico?

ÁNGEL: Qué sé yo, Clara. 

CLARA: No sé, es tu mujer. 

ÁNGEL: Después hablamos. 

CLARA: ¿Sabés quién es? 

ÁNGEL: No quiero hablar de esto.

CLARA: Me dijiste que después hablamos. 

ÁNGEL: Sí, después. 

CLARA: Tenés un quilombo. 

ÁNGEL: Dale, qué novedad. 

CLARA: ¿Y qué hace acá? 

ÁNGEL: No sé. Quiso… venir, acompañarme.  

CLARA: Qué hija de puta.

ÁNGEL (Grita): ¡CLARA! 

CLARA (Responde muy tranquila): ¿Qué?

ÁNGEL: No es tan fácil. No… No estábamos bien, es complicado, es… después hablamos, por favor. 

CLARA: Pero ¿vos estás enamorado todavía? 

ÁNGEL: Después hablamos… por favor, Clara. 

CLARA: No entiendo. 

ÁNGEL: Y yo… ¿Vos pensás que yo entiendo algo? 


Clara se ríe. 


ÁNGEL: ¿En serio? 

CLARA (Sigue riendo): Es que… por favor, que quilombo… No puedo creer que… (Carcajada). La puta madre… no puedo… no puedo… 

ÁNGEL: Clara…

CLARA: Perdón, perdón, es que… (Risa fuerte). Tenés un quilombo…

ÁNGEL: ¿Y a vos te da risa? 

CLARA: No, no. 

ÁNGEL: ¿No? 

CLARA: No… (Risa). Vamos… (Risa, fuerte). No me estoy riendo… es… es un… mecanismo de (En medio de una carcajada) DE DEFENSA. 


Ángel comienza a reír. La risa de Clara lo contagió. 


Marcelo, entra en medio de la risa. Detrás de Marcelo, Macarena. 


MARCELO: ¿En serio? 


Se ríen más fuerte, ahora pareciera que se ríen de Marcelo. 


CLARA: Las valijas… 


Risas fuertes de Clara y Ángel. No pueden más. Clara, se pone a imitar a Marcelo cargando valijas imaginarias solo. 


ÁNGEL (Entre risas): Vamos, vamos, perdón… 


Macarena también ríe, pero sin ruido.  


MARCELO: ¿De qué se ríen se puede saber? 

CLARA: De vos, mi amor, de vos… 


Salen todos, todos ríen. No, todos menos Marcelo. 



CUADRO TERCERO


El auto está estacionado y con el baúl abierto. Miles de valijas y bolsas hay adentro y afuera, en el piso, también. Al lado del auto de Marcelo y Clara, se encuentra otro auto, más pequeño, es el de Ángel y Rebeca. En el garaje hay lugar para otro más. 

Arriba, por una escalera, vemos más cerca que nunca, la cabaña. También vemos su gran terraza, con barandas de madera. Las ventanas, iluminan más que nunca, ya estamos tocando la noche, aunque aún hay algo de luz. 

En el sur, nunca oscurece del todo, sólo cuando es realmente tarde.  

Los cuatro, Marcelo, Clara, Ángel y Macarena, están en el proceso de descargar las cosas. 


MARCELO: ¿Vamos llevando todo a la casa? 

ÁNGEL: No, Osvaldo les preparó una de las cabañas. 

MARCELO: ¿No está alquilada? 

ÁNGEL: No, ninguna está alquilada. Estamos de descanso. 

MARCELO (A Macarena): Tomá, andá llevando ésta que es liviana.


Macarena sale, con esa valija. 


CLARA: ¿Cuál es la nuestra? 

ÁNGEL: La cuatro. 

CLARA (Gritando en dirección a Macarena). A LA CUATRO MACARENA. 

MARCELO: Se acaba de ir la chica, podés gritar un poco menos. 

ÁNGEL: Yo llevo ésta. (Sale, con una valija pesada). 

MARCELO: Tomá.

CLARA: No, ésa no, dame la otra más grande. 

MARCELO: No, a ésa la llevo yo, está pesada. 

CLARA: ¿Y qué te pensás? ¿Qué no puedo llevarla? 

MARCELO: No pienso nada. 

CLARA: Ah cierto, que a esa capacidad ya la anulaste hace rato. 

MARCELO: Llevá (dándole la más pesada). 

CLARA: Está pesada de verdad. (Sale). 


Marcelo, sigue sacando bolsos del auto y colocándolos en el piso. Desde arriba, desde la cabaña, apoyada en la baranda de la terraza, vemos aparecer a Rebeca. 


REBECA: ¿Marcelo? 

MARCELO: Hola… 

REBECA: ¿Te ayudo? 

MARCELO: No, ya somos cuatro. 

REBECA: Bajo. 

MARCELO: No hace falta. 

REBECA (Bajando): ¿Qué tal el viaje?

MARCELO: Largo. 

REBECA: Pensé que llegaban mañana. 

MARCELO: Sí, era la idea. ¿Ustedes? ¿Bien? 

REBECA: Sí. ¿Lo viste a Ángel?

MARCELO: Sí, nos está ayudando a bajar las cosas. 

REBECA: Dame una, te ayudo.  

MARCELO: No, no hace falta. 

REBECA: Bueno… 

MARCELO: ¿Trajeron porro?

REBECA: ¿Eh? 

MARCELO: Es que yo no traje, por la nena.

REBECA: Ah, no. No trajimos. 

MARCELO: La puta… ¿Acá dónde se consigue?

REBECA: Supongo que en cualquier lado. Está lleno de pendejos hippies en campings. 

MARCELO: Sí, supongo que sí. 


Entra Macarena. 


MACARENA: Hola. 

REBECA: Hola bella, ¡qué grande qué estás! 

MARCELO: Voy con ésta. 


Sale Marcelo. Macarena y Rebeca, se dan un beso. 


MACARENA (En dirección a Marcelo): Papá, ¿dónde está mi bolso? 

MARCELO (Desde lejos): Ahí. 

MACARENA: ¡¿Dónde?! 

MARCELO: Buscalo, está ahí. 

MACARENA: ¡Uf! 

REBECA: ¿Cómo era?

MACARENA: Amarillo. 

REBECA (Fijándose en el asiento de atrás del auto): ¿Es éste? 

MACARENA: Sí. Gracias. 


Pausa. 


REBECA: Estás preciosa, Maca. 

MACARENA: Gracias… 

REBECA: Y grande. 

MACARENA: Vos también.

REBECA: ¿Qué? ¿Estoy grande?

MACARENA: No… Linda. 

REBECA: Ah. Bueno, muchas gracias. 

MACARENA: Igual, eso ya lo sabías.

REBECA: (Se ríe). ¿Cómo?

MACARENA: Que vos ya sabés que SOS linda. 

REBECA: No… 

MACARENA: Sí. Ya sabés. Me gusta eso. Ojalá yo… 

REBECA: Bueno, vos estás hermosa, hermosa. 

MACARENA: Gracias.  


Macarena, no puede dejar de mirarla. 

Se miran. 

Pausa. 


REBECA: Valijas… 

MACARENA: Sí, voy llevando ésta. 

REBECA: ¿Te ayudo? 

MACARENA: No, está bien. (Da unos pasos en dirección a la salida). Ah… Rebeca… ¿Tenés porro?

REBECA: ¿Cómo? 

MACARENA: ¿Sí tenés porro? 

REBECA: No, no… No trajimos. 

MACARENA: Ah. Yo tampoco, por mi papá. Él, no sabe que fumo. 

REBECA: Claro. 

MACARENA: Seguramente acá se puede conseguir. 

REBECA: Sí. Seguramente. 

MACARENA: Bueno, voy llevando esto. 

REBECA: Te ayudo. 

MACARENA: No, te dije que no. 


Entra Ángel y Clara. Sale Macarena. 


CLARA: Rebeca. 

REBECA: Hola Clara. 


Se besan. 


REBECA: ¿Qué tal el viaje? 

CLARA: Largo. 

REBECA: Ángel, tu mamá pregunta dónde estás. 

ÁNGEL: Estamos acomodando a Clara, decile que ya llegó. 

REBECA: Ángel, podes ir vos… 

CLARA: Andá vos Ángel. 

ÁNGEL: Terminamos con esto y subimos todos. (A Clara). ¿No comieron, no?

CLARA: No. 

ÁNGEL: Bueno, terminamos con esto y comemos. 

CLARA: ¿Qué vamos a comer? 

REBECA: Hice una tarta. 

CLARA: Una tarta. 

REBECA: Sí. 

CLARA: No va a alcanzar. 

ÁNGEL: Es que no sabíamos que llegaban ahora. 

CLARA: Bueno, habrá que comprar algo más ¿no? 

ÁNGEL: Sí, ahora vemos. ¿Cuántos años dicen que se quedan? Dios, ¿cómo pueden traer tantas cosas? 

CLARA: Hay cosas que vamos a dejar acá. 

ÁNGEL: ¿Acá? ¿Adónde? 

CLARA: En casa. 

ÁNGEL: Bueno, preguntale a mamá. 

CLARA: Obvio. 

ÁNGEL: ¿Y cuáles son las cosas? Así las subo. 

CLARA: No, está todo mezclado. Llevamos todo a la cabaña y después organizamos eso. 

ÁNGEL: Ok. (Se monta encima un bolso). Rebeca, pasame esa mochila y la bolsa. 

REBECA: Ok. (Se la pasa). 


Ángel sale. 


CLARA: ¿Cómo están sus cosas? ¿Bien? 

REBECA: Sí… 


Clara se queda asintiendo con la cabeza un largo rato y con una sonrisa un tanto estúpida. 


REBECA: ¿Qué pasa? 

CLARA: Nada, nada. (Pausa pequeña). ¿Trajiste porro?

REBECA (Resignada): No. 

CLARA: ¿Por? 

REBECA: No sé, pero si estuviera vendiendo ya me habría pagado las vacaciones. 

CLARA: ¿No estás fumando? 

REBECA: No. 

CLARA: Qué raro ¿no?

REBECA: Sí. Es raro. Igual acá seguro que podés conseguir. 

CLARA: Después le pido a Ángel que vaya a buscar. Yo soy una madre de familia. ¿Te imaginás si la nena me viera comprándole porro a los hippies del camping? (Se ríe).

REBECA: Por ahí se podrían fumar uno juntas. 

CLARA: Sí, creo que sí. Pero… Es chica todavía, en unos años… seguramente, seguramente… (Pausa). Estás más gordita ¿no?

REBECA: ¿Eh? ¿Te parece? 

CLARA: No sé, no sé. ¿Puede ser que hayas agarrado unos kilitos? 

REBECA: Sí, puede ser. 

CLARA: Igual está divina, eh. Como siempre. 

REBECA: Gracias. 

CLARA: Bueno, llevo estas dos. 

REBECA: ¿Te ayudo? 

CLARA: (Pausa) Dale.


Van saliendo, se cruzan con Marcelo. 


MARCELO: ¿Quedan muchas cosas?

CLARA: No. 

 

Salen las chicas. Marcelo saca las cosas que quedan en el auto y lo cierra. Se monta una mochila en la espalda, luego otra sólo sobre el hombro izquierdo. Recoge un bolso del piso con la derecha y quiere, con la izquierda, recoger dos bolsas que aún quedan en el piso, las dos últimas. El primer intento es sin mover el hombro, ya que al hacerlo se le puede caer la mochila, se agacha sólo con las rodillas y con la punta de los dedos busca las manijas de las bolsas, agarra una, la otra es más complicada, se agacha un poco más, se queja. Se acomoda la mochila en el hombro, se agacha ahora con la cintura, para recoger la última bolsa, mientras que la mochila se le va resbalando, es un movimiento difícil, por eso es lento, casi quirúrgico. Cuando los dedos están a punto de alcanzar las asas de la última bolsa, la mochila del hombro izquierdo se desploma totalmente, quedando por el codo y haciendo que las bolsas se caigan al suelo. Marcelo, putea, y vuelve a cargarse la mochila al hombro. Repite el procedimiento, causando exactamente el mismo resultado. Putea fuerte de nuevo. 

Macarena estaba ahí hace un rato. 


MACARENA: ¿Te ayudo Pá? 

MARCELO: No, no. No me va a ganar esta hija de puta. 


Marcelo se acomoda la mochila, ahora con la mano derecha, deja el bolso en el piso y traba el deslizamiento de la mochila. Recoge las bolsas, se acomoda mejor la mochila que algo se ha corrido y tumbándose totalmente hacia la derecha agarra por fin el bolso. 


MARCELO: Aplausos, por favor. 


Ángel llega. Ve la pila de bolsas y bolsos que es Marcelo.  


ÁNGEL: ¿Te ayudo? 

MARCELO: ¿Estás loco vos? Esto es algo entre la carga y yo. 

ÁNGEL (Sonriendo): Ok. (Vuelve a sonreír al ver a su sobrina). ¿Cómo van tus cosas? 

MACARENA: Bien.

ÁNGEL: La escuela, ¿bien?

MACARENA: Aja. 

ÁNGEL: ¿Cómo se llamaba tu amiguita? ¿La que estaba siempre con vos? 

MACARENA: ¿Sofi? 

ÁNGEL: Sofi, sí. Sí… ¿No? 

MACARENA: No sé. 

ÁNGEL: ¿Son amigas? 

MACARENA: Sí. 

ÁNGEL: Y... ¿Cómo? ¿Cómo está?

MACARENA: ¿Sofi?

ÁNGEL: Sí. 

MACARENA: Bien. 

ÁNGEL: Había una… una… ¿Te acordás? Una Barbie, que te había regalado yo. ¿Cómo era? ¿Era la… la enfermera? ¿No?... Te había gustado mucho. 

MACARENA: Ya no juego con Barbies. 

ÁNGEL: Claro, no. Pero, ¿era enfermera? 

MACARENA: Veterinaria. 

ÁNGEL: VETERINARIA… Sí, venía con los animalitos. 

MACARENA: (...)


Pausa.


MACARENA: ¿Van a tener hijos ustedes? 


Pausa, larga. 


ÁNGEL: ¿Quién? 

MACARENA: Vos y la tía Rebeca.  

ÁNGEL: Sí… No, bueno, yo no. Quiero decir, no, no creo. No, no vamos a tener hijos. 

MACARENA: Ah. 


Pausa. 


ÁNGEL: ¿Y querés algo? Digo…  ¿Te hace falta algo? Hace mucho que no te regalo nada. Puedo hacerte un regalo, de tantos cumples que pasaron. Me parece que… ¿Te… te gustaría algo? 

MACARENA: No. 

ÁNGEL: ¿Nada? 

MACARENA: La verdad. 

ÁNGEL: ¿Qué… ¿Qué? La verdad, ¿qué? 

MACARENA: Quiero que me digan la verdad. Que no me traten como a una nena, que lo soy, pero ya estoy grande también. Mi viejo, mi mamá, me tratan igual que cuando tenía doce y vos… y vos me hablas de Barbies. Eso quiero, que me digan la verdad, ¿qué le pasa a la abuela? ¿Se va a morir? ¿Por qué de repente volvemos todos acá sin importar la distancia, sin que importe todo el tiempo que no nos vemos, que no nos vimos? Las peleas… las… las diferencias… las… todo. Quiero que me digan la verdad. Por lo menos vos. Eso me gustaría que me regalaras. 


Pausa. 


ÁNGEL: ¡Qué grande que estás Maca! 

MACARENA: Uf. 

ÁNGEL: No, lo que pasa… 


La continuidad del relato de Ángel es interrumpida por la entrada de toda la comitiva de las valijas. Marcelo, Rebeca y Clara, en ese orden. 


MARCELO: Bueno, todo descargado. La verdad que entré en calor con los viajecitos. ¿No? 

REBECA: Lo mejor sería que subiéramos, dejé sola a Evelyn y supuestamente lo fui a buscar a Ángel. 

ÁNGEL: Sí, ahora vamos. Tendríamos que ir a comprar algo para comer. Hay sólo una tarta y no va a alcanzar. 

CLARA: Bueno, vamos con Marcelo hasta el centro y compramos algo. 

ÁNGEL: No, no. Suban ustedes a saludar y voy yo a comprar algo. 

MACARENA: Yo te acompaño, tío. 

ÁNGEL: No, Maca, subí vos también a saludar a la abuela. 

REBECA: ¿Por qué no subimos todos? Es temprano todavía. 

CLARA: Sí, subamos todos y después vemos. ¿Seguro que no hay nada para picar? Por ahí con unos quesos y algo más ya está la comida. Yo no tengo tanto hambre tampoco. 

MARCELO: Yo algo de hambre tengo. 

ÁNGEL: Claro, obvio, viajaron todo el día. Yo voy compro algo y vuelvo.

MACARENA: Yo te acompaño. 

CLARA: Macarena, vos subís con nosotros. 

MACARENA: No quiero. 

MARCELO: ¿Qué te pasa a vos? 

MACARENA: Quiero ver el centro. 

CLARA: Tenés varios días para ver el centro, querida. 

ÁNGEL: Voy yo, no se preocupen. 

MACARENA: ¿Por qué no puedo ir con él? 

ÁNGEL: Maca, lo mejor es que subas a saludar a la abuela. 

REBECA: Subamos todos, Evelyn está preguntado por Ángel hace más de media hora. 

ÁNGEL: Bueno, no pasa nada, le dicen que me fui a comprar comida. Además con la noticia de que ya están todos acá, ni se va a dar cuenta de que yo no estoy. 

REBECA: Sí se va a dar cuenta. 

CLARA: Anda vos, Marcelo. 

MARCELO: ¿Adónde? 

CLARA: A comprar la comida. 

MARCELO: Bueno. 

ÁNGEL: No, voy a ir yo, ¿sí?. Hace una semana que estoy y lo mejor es que los vea a ustedes mamá, ya que hace… ¿cuánto hace? 

CLARA: ¿De qué? 

ÁNGEL: Que no vienen. 

MARCELO: Bastante. 

ÁNGEL: Por eso, suban por favor, yo voy y vengo, es un momento. 

MACARENA: Yo quiero ir. 

CLARA: Macarena, vos subís, no te lo digo más. 

REBECA: Ésta es un discusión un tanto absurda. 

ÁNGEL: ¿Por qué absurda, Rebeca? 

REBECA: Porque estamos acá y nadie se mueve, nadie está haciendo nada. Mientras tanto tu mamá, Ángel, se está preguntando dónde estamos. 

ÁNGEL: En algo tiene razón, se terminó, suban y yo voy. 

CLARA: Bien, Marcelo, lo acompañás. 

ÁNGEL: No hace falta, puedo ir solo. 

MARCELO: Yo te puedo acompañar. 

MACARENA: Yo lo quiero acompañar. 

CLARA: ¡MACARENA!

MACARENA: ¡¿QUÉ?!

CLARA: Que no vas acompañar a nadie, el centro lo ves mañana. 

MACARENA: No es por el centro, el tío me quería hacer un regalo. 

CLARA: ¿Qué regalo? 

MACARENA: Un regalo. 

ÁNGEL: El regalo te lo puedo dar otro día, Maca. 

CLARA: ¿Qué regalo? 

ÁNGEL: No sé, le quería dar algo, por tanto tiempo…

REBECA: Chicos, su madre…

ÁNGEL: Vayan por favor, vayan, yo ya vengo. 

CLARA. Ya está, se me fue el hambre, subimos todos, Ángel. Y si alguno quiere comer algo, está la bendita tarta que hizo Rebeca, con tanto amor y dedicación, que le debe haber salido riquísima. 

MARCELO: Yo no voy a comer una tarta entre quince personas, voy bajo y compro algo. 

CLARA: Bueno, andá. 

ÁNGEL: Voy yo. 

REBECA: ¿Pero por qué tenés tantas ganas de ir vos? 

ÁNGEL: ¡¡¡PORQUE NO QUIERO SUBIR!!! ¡¡¡PORQUE NO QUIERO VER A MI MAMÁ!!! CARAJO. 



Pausa. 



Sigue.



Un poco más. 



CLARA (Es demasiada voz, la de Clara, después de tanta pausa): ¿POR?

ÁNGEL: Porque necesito un tiempo… Por favor… Para volver… necesito un tiempo. 


Otra pausa. 


Es más corta. 


CLARA: Subamos. 


Todos comienzan a subir las escaleras que van a la cabaña, todos menos Ángel, que se queda un tanto quieto o pensativo, ahí, en la misma posición del grito y del después. La cosa se distensiona un poco con cada escalón, el exabrupto de Ángel no parece tanto ahora. 


MARCELO: Qué boludo, me olvidé las llaves del auto. 


Baja, los demás siguen subiendo hasta desaparecer por arriba. 


MARCELO (Ya en el auto, ya junto a Ángel): ¿Necesitás algo?

ÁNGEL: Sí, dame algo de plata que no tengo. 


Marcelo saca su billetera y le da unos billetes que Ángel toma sin mirar. 


MARCELO: Está muy mal, ¿no? 

ÁNGEL: ¿Qué cosa? 

MARCELO: Tu mamá… te cuesta verla. 

ÁNGEL: Ella está bien… Soy yo el que está mal. Soy yo el que no puede hacer ver que está todo igual. 

MARCELO: Y bueno… 

ÁNGEL: Y bueno, sí. 

MARCELO: Yo tenía una tortuga, ¿viste? Cuando era chico, tenía una tortuga. Las tortugas viven mil años, qué sé yo. Jugué con ella al principio y después me olvidé de que existía. La cuidaba mi vieja. Bah, la cuidaba, le daba… le daba de comer. Nada más, las tortugas son así, no… no necesitan… Yo me había encaprichado de que quería un perro, tenía doce, trece, ya era más grande. El perro vino, un perro chiquito, una cachorro. Creció y un día, se comió a la tortuga. No la comió toda, porque se metió adentro del caparazón. Quedó, media… media moribunda la pobre, la masticó bastante y… y le arrancó una pata. Ahí recién me acordé de que tenía una tortuga. La… la encontró una señora que la ayudaba a mi vieja con la limpieza, en el patio. Así, toda masticada. La curamos, la dejamos adentro de casa, pensamos que se iba a morir la pobre, estaba hecha mierda. Estaba siempre en la cocina y el perro en el patio. Un día, no la encontramos más. De estar siempre en el mismo lugar, pasamos a no encontrarla. Raro, porque… es una tortuga, bastante grande incluso. Bueno, no va que pasa un tiempo. Un día estoy durmiendo la siesta y escucho un ruidito abajo de mi cama, como… como un rasqueteo, miro abajo de la cama y no veo nada. Intento dormir y vuelve a aparecer el ruido. Corro la cama y ahí estaba, se había metido entre la pata y la esquina de la pared, imposible de verla era. Meses ahí, meses. Meses abajo de MI cama. Sin comer, con tierra encima, sucia, muy sucia la loca. Entonces, cuando corrí la cama, como que la liberé, estaba… estaba apretada. Y salió caminando, sin una pata, pero caminaba. Era la siesta, estaban todos dormidos. Yo fui a la cocina, busqué un poquito de lechuga… Me acordé que le daba lechuga y se la di. Y la tortuga se comió una, después busqué más, otra… tres, cuatro hojas de lechuga, grandes. Qué sé yo, una planta entera de lechuga se comió y encaró para en patio. Como… como que me pedía de salir. ¿Sabés lo que hizo mi perro cuando la vio? Empezó a saltar, a hacer fiesta y le chupaba el caparazón. Estaba contento pero a la vez le pedía perdón. Se quedaron los dos en patio,  para siempre, juntos. Bueno el perro se murió, viven menos. 


Pausa. 


MARCELO: ¿Qué habrá pasado con esa tortuga?


Otra pausa, más corta. 


ÁNGEL: ¿Qué tiene que ver? 

MARCELO: ¿Eh? 

ÁNGEL: ¿Por qué me contás esto? 

MARCELO: Porque para sanar, se necesita tiempo. 

ÁNGEL: ¿Yo soy la tortuga en tu cuento?

MARCELO: No es un cuento, es verdad. 

ÁNGEL: ¿Pero yo soy la tortuga?

MARCELO: No… Supongo que si lo querés ver así, tu vieja es la tortuga. 

ÁNGEL: Y soy el perro. 

MARCELO: No. 

ÁNGEL: ¿Y quién soy?

MARCELO: Y… Vos sos yo, Ángel. 


Se miran, se entendieron. Quizás es la primera vez que se entienden. La primera vez que Ángel y Marcelo se entienden. 

Ángel asiente un poco antes de moverse. 

Ya ha oscurecido bastante. 

Ya es de noche. 


ÁNGEL: Voy a comprar la comida. 

MARCELO: Pará. 

ÁNGEL: Sí. 

MARCELO: ¿Sabés dónde conseguir porro acá? No trajimos, por la nena viste.

ÁNGEL: Ah, okey. Sí, traigo. Veo si consigo.  

MARCELO: Genial. 


El golpazo que le da Marcelo en la espalda a Ángel, nos cuenta que todo ha vuelto a la normalidad, vuelven a ser cuñados. 

Sin embargo le ha molestado y hasta le ha dolido la espalda. Ángel mira a Marcelo, con bronca, pero se le pasa rápido. 

Marcelo no lo registra, ya está subiendo la escalera. 

Ángel sale. 



CUADRO CUARTO


Ya es de noche. Estamos más cerca de la cabaña que nunca, estamos en el mismísimo hall de entrada, aquel que antes veíamos arriba. Podemos ver la escalera que baja, que va hasta las cocheras, pero ya no vemos las cocheras. 

Y la cabaña, más grande que nunca, con las ventanas más iluminadas que nunca, podemos incluso ver lo que hay dentro de ella, a través de las ventanas iluminadas. Son más que nada, siluetas de los que la habitan, todo esto gracias al contraluz. 

Ángel, sube esas escaleras y lo vemos aparecer. Con unas cajas de rotisería. Camina hasta la puerta y se detiene antes de apoyar su mano en el picaporte. Retrocede unos pasos hasta quedar sobre la baranda. Deja las cajas apoyadas en una mesita de camping, se acoda mirando, imaginamos, al lago, al bosque; el recorrido que ha hecho hasta acá. Se prende un cigarrillo, le quedan pocos, lo comprueba y se lamenta. Igual fuma. Acodado en la baranda fuma, el humo y el aliento, vuelven a parecer partes de una misma cosa. 

Después de espiar por la ventana y ver a Ángel fumar, Clara, sale de la cabaña. 


CLARA: ¿Qué hacés? 

ÁNGEL: Pienso.

CLARA: ¿En qué pensás? 

ÁNGEL: En un poco de todo. 

CLARA: Bien. 

ÁNGEL: ¿Cómo la viste? 

CLARA: Está bien… Nada que alarme demasiado. Por ahora, ¿no?

ÁNGEL: Por ahora, sí.


Pausa. Viento. 


CLARA: ¿Tenés miedo? 

ÁNGEL: ¿De qué?  

CLARA: De nada, te veo con miedo. 

ÁNGEL: No. 


Viento. 


ÁNGEL: Quiero vender. 

CLARA: No, Ángel. NO. 

ÁNGEL: Va a ser lo mejor, ella no va a poder seguir haciendo… No va a poder dedicarse a esto. 

CLARA: No veo por qué. 

ÁNGEL: Clara…

CLARA: Está Osvaldo con ella y están las chicas también. Si le sacamos esto, mamá se muere. 

ÁNGEL: Todo esto es nuestro, Clara. Tuyo y mío, de nadie más. Podemos comprarle una casa a mamá y el resto lo dividimos por la mitad. Si lo dejamos así, si dejamos que esto siga, en unos años no va a servir de nada, se va a venir muy abajo. Osvaldo está viejo y las otras chicas trabajan por el sueldo y nada más. Todavía vale algo, si lo vendemos ahora realmente podemos hacer un buen negocio. Nos va a venir bien esa plata a los dos. 

CLARA: Yo no necesito la plata y sé que vos tampoco. 

ÁNGEL: ¿Pero no me decías hace un rato que Marcelo está sin trabajo y que vos no veías a tu hija por tener que trabajar todo el día? ¿No te gustaría contar con una guita que te dé un poco más de tiempo? 

CLARA: El precio de ese tiempo, es el cadáver de mi mamá. No quiero, Ángel. Si les sacamos las cabañas, mamá se muere, ¿entendés eso? 

ÁNGEL: ¿Vos entendés que justamente son las cabañas las que casi la matan? 

CLARA: No lo sabés, Ángel, no lo sabés. 

ÁNGEL: Los médicos me dijeron que muchos de estos casos son producto del estrés. 

CLARA: Pero habrá otras razones, ¿no? 

ÁNGEL: No te pongas testaruda. 

CLARA: Yo me pongo como quiero, si vos te ponés así. 


No sé si la vimos antes por la ventana, pero ahora vemos salir a Rebeca de la cabaña. 


CLARA: Y cuidate vos también. 

ÁNGEL: ¿Qué estás diciendo? 

CLARA: Que te cuides Ángel. 


Rebeca queda a unos metros intentando no molestar, mientras Clara comienza la vuelta hacia la cabaña.  


CLARA: Supongo que tenés muchas cosas en las que pensar. (Pausa. Se acerca a Ángel o en realidad a las cajas con comida). Voy a llevar estas cosas para adentro.  


Ángel no dice nada, ya sabe que Rebeca espera. Clara abre la puerta de la cabaña, pero se queda un momento en el umbral de la puerta. 


CLARA: Y no pienses más en vender, que no se puede. Papá ya lo intentó y se fue por eso. No se puede Ángel, simplemente, esto, no se puede vender. Hay demasiado… Son demasiadas cosas. 


Entra. 


Tiempo y viento. 


Y frío. 


ÁNGEL: ¿Qué pasa? 

REBECA: No sé, pensé que necesitabas compañía acá afuera. 

ÁNGEL: No estaba solo.  

REBECA: ¿Querés vender? 


Ángel no responde. 


ÁNGEL: ¿Tenés puchos vos? 


Rebeca no responde. Es demasiada pregunta. Ángel lo sabe, pero recién ahora. Pasa el viento. 


ÁNGEL: No quiero vender, quiero ser el lobo del cuento.

REBECA: ¿Otra vez con ese cuento?

ÁNGEL: Quiero soplar y que esta casa de madera desaparezca. ¿No era la madera una de las fáciles? ¿No era fácil eso? Quiero soplar y que todos los que están adentro salgan corriendo a refugiarse a otro lugar, a sus casas hechas de ladrillo. Pero mi aliento está congelado, Rebeca, mirá. (Saca humo o aliento). ¿Lo ves? Está frío. No puedo soplar más que frío. ¿Tanto tiempo pasó? ¿Adónde se fueron los chanchitos? Están ahí contentos, pueden salir a jugar desde la casa del medio. 

REBECA: Hablame a mí, Ángel. 

ÁNGEL: ¿Qué? 

REBECA: Que dejes de monologar, que te muestres un poco y que hables conmigo. 

ÁNGEL: ¿De qué querés hablar? ¿De que hace meses que estás con otro tipo? ¿O de que vas a tener un hijo con ese otro? 


Rebeca no responde. 


ÁNGEL: Estás prefiriendo que hable del cuento ahora, ¿no? 

REBECA: No, creo que es hora de que hablemos de esto. 

ÁNGEL: ¿Sí? 

REBECA: Sí. 

ÁNGEL: Bueno, contame. 

REBECA: Hablemos, Ángel. 

ÁNGEL: Estamos hablando. 

REBECA: No, no estamos hablando, estás hablando vos… o me estás pidiendo que hable yo. Eso no es tener una conversación. Todavía no pudimos hablar de esto y si querés, podemos intentarlo ahora. ¿Podemos tener una conversación? ¿No podemos hablar una vez, juntos, los dos? 

ÁNGEL: Si no lo hablamos es porque pasaron algunas cositas que retrasaron la charla, ¿no sé si a eso lo entendés? ¿No sé si te acordás de la noche en que salimos para acá? ¿Sabés lo que es que te llamen a las dos de la mañana y en medio de semejante quilombo, para que te digan que tu mamá está internada de urgencia? 

REBECA: Sí lo sé, estaba ahí. 

ÁNGEL: Pero no es tu mamá… Fue mucho en poco tiempo, no sabés en qué pensar. Si en el nacimiento de un hijo que nunca va a ser tuyo o en la posible muerte de tu mamá. ¿Sabés lo que es tener todo eso en tu cabeza? 

REBECA: Sí, lo sé. A mí me pasa lo mismo. 

ÁNGEL: No compares, Rebeca. ¿No te das cuenta de que no es lo mismo? Al problema lo tengo yo.

REBECA: No te equivoques, Ángel. ¿Pensás que a mí no me afecta todo lo que está pasando? 

ÁNGEL: ¿Pensabas en eso mientras te cogías a tu novio? 

REBECA: ¿Podemos hablar de esto sin que sea un cúmulo de reproches? 

ÁNGEL: ¿En serio me estás diciendo esto? ¿Realmente te estoy escuchando? 

REBECA: No, justamente eso no estamos haciendo, ninguno de los dos, me hago cargo de que ninguno de los dos está escuchando. 

ÁNGEL: Te escucho, Rebeca. Te estoy escuchando. Hablá… Decime en qué pensabas mientras estabas ahí. ¿Estabas buscando un hijo o se les pinchó el forro? 

REBECA: ¿Pensás que estaba buscando un hijo? 

ÁNGEL: ¿No lo buscabas? 

REBECA: NO. 

ÁNGEL: ¿Y entonces? 

REBECA: No sabés lo que… lo que estoy viviendo. Acá todo el mundo me trata como una hija de puta. 

ÁNGEL: Y lo sos. 

REBECA: ¡ÁNGEL!

ÁNGEL: Sos una hija de puta, Rebeca. Te das cuenta que mataste lo nuestro. 

REBECA: ¿Lo nuestro? ¿Y se puede saber que CARAJO era lo nuestro? Lo que tuvimos en algún momento o la copia pirata que estábamos sosteniendo? Porque hace mucho que LO NUESTRO es una imitación de algo que desapareció. 

ÁNGEL: ¿Y eso te da derecho a encamarte con otro? Boluda… a quedarte embarazada de otro. Porque si era una encamada, hasta puede pasar, pero para quedarte embarazada tenés que tener varias oportunidades.  

REBECA: Sí, que novedad, sí. Hace mucho que salgo con un tipo…

ÁNGEL: Decile el nombre. Llamalo por su nombre. 

REBECA: ¿Por qué? 

ÁNGEL: Es el padre de tu hijo, ¿no? Tendría que tener un nombre. 

REBECA: Facundo. 

ÁNGEL: ¡GRACIAS!

REBECA: Hace mucho, muchísimo que salgo con Facundo. ¿Te parece bien así? Necesitaba a alguien, necesitaba que alguien estuviera conmigo. Me divertí, entendés. La pasé bien con él. Me enamoré. Y vos ahí, siendo todo lo contrario.

ÁNGEL: ¿Me estás echando la culpa de algo? ¿Me estás haciendo responsable a mí de algo? 

REBECA: ¿Pero vos me escuchás? Te acabo de decir que me enamoré y vos sólo pensas en vos. 

ÁNGEL: ¿Te enamoraste? 

REBECA: De él, no sé. 

ÁNGEL: De Facundo. 

REBECA: De Facundo, sí. Le digo el nombre. Pero no sé si me enamoré de Facundo, no sé. Me enamoré de mí, de poder estar contenta, de pensar en qué ponerme para salir, en sentirme linda, de sentir que a alguien le importo un poco, que me llama, que me dice cosas lindas, que me atrae, que me siento atraída, que me siento atractiva. Me enamoré de todo y después estabas vos…

ÁNGEL: Cagandote el romance. 

REBECA: No. Amándote también. Amándote a pesar de todo. 

ÁNGEL: Gracias. 

REBECA: Pero así… igual a como estás ahora. Amandote a vos, sin importarme yo. Amandote como aman los perros. Amandote como si fueses mi dueño, moviéndote la cola, siendo una mascota. Y vos, mandándome como si lo supieras, siendo el jefe, el patrón, el amo. Ya sé que está mal lo que hice, no tenés que enojarte conmigo para que sepa que está mal, soy una pendeja para vos, pero esta pendeja sabe lo que hizo… y lo que sigue haciendo. Estar con Facundo me demostró… me demostré que puedo ser otra cosa y no solamente el adornito de Ángel Lamborghini. No me mirabas más, Ángel. Estaba a tu lado, te hacía señas, te llamaba la atención, era un perro trayéndote la pelota, haciendo trucos. Y vos nada, era todo igual. Estaba desesperada por un poco de atención, lloraba Ángel, lloraba porque no sabía qué hacer, CÓMO hacer. Intenté hablarlo, pero vos no escuchás, NO ESCUCHÁS. Eras una pared. Cuando toda esta historia del amante apareció, me hizo olvidar por un momento todo mi pesar, me dio alas, me elevó, me hizo descansar. Y no sabés como descansé, me entregué al descanso, dejé de nadar y me quedé quieta para que la corriente me llevara. Era placentero poder, por fin, DESCANSAR, descansar un poco y me enamoré del descanso, de no luchar. Me enamoré de mí en mi paz. ¿Pero después qué? Las preguntas, las dudas, el cuidado que tenía que tener, todo eso me volvía loca. Yo te seguía amando, no quería que te enteraras, no quería hacerte daño. Se terminó el descanso. Un día, Ángel, un día llegué a casa después de estar con él, estabas como loco por no sé qué cosa del trabajo, ¿te acordás? No me saludaste, te estabas quejando de que tu celular no andaba, que no tenía internet me decías. Me pediste el mío, me temblaban las manos cuando te lo pasé, te fuiste a tu escritorio, estuviste cuarenta minutos ahí adentro con MI teléfono. Cuando saliste, con los ojos rojos, pensé que se me venía la noche. Me diste el teléfono en la mano y yo quería que el mundo se apagara. Miré la pantalla y tenía cuatro mensajes de Facundo, todos me incriminaban, todos. Te fuiste a servir una copa, te seguí. “¿Todo bien, amor?” “Se terminó”, me dijiste. A mí se me llenaron los ojos de lágrimas, me sudaban las manos, el cuerpo se resquebrajaba. “Se terminó”, repetiste y yo no podía respirar. “Pude cerrar el acuerdo con Alemania”. Esa era la frase completa: “Se terminó, pude cerrar el acuerdo con Alemania”. ¿Te acordás de ese día? Porque yo no puedo olvidármelo. Fue el día que me di cuenta de todo. No sé si me vas a entender, no sé si pretendo que me entiendas, ya, a esta altura, ya no sé qué pretendo. Pero volví a soltar, no estaba feliz, ni contenta, ni nada de eso, estaba suelta. Suelta… Otra vez dejándome llevar por la corriente, pero sin pensar, a la deriva, naufragando sola. 


Pausa. 


ÁNGEL: ¿Por qué viniste conmigo acá? 

REBECA: ¿Todavía no lo sabés? 

ÁNGEL: No. 

REBECA: Entonces, yo tampoco lo sé. 


Una silueta de mujer se deja ver en la ventana, no es Clara, no es Macarena. Ángel, la ve. 


ÁNGEL: Mi mamá. 

REBECA: ¿Qué? 

ÁNGEL: No puedo, no sé si voy a poder perdonarte. 

REBECA: No quiero que me perdones, Ángel. 

ÁNGEL: ¿Entonces? 

REBECA: Quiero… quiero que me prestes atención. 

ÁNGEL: ¿Y por eso te embarazaste? Para que te preste atención, te embarazaste. 

REBECA: Ahora, che. Ahora prestame atención. Te amo, todavía. 


Se miran frente a frente.


ÁNGEL: Estás bellísima. 

REBECA: Gracias. 

ÁNGEL: Estás temblando. 

REBECA: Gracias… 


Pausa. 


REBECA: Hace frío.

ÁNGEL: Entrá. 


Rebeca da unos pasos acercándose hacia Ángel, unos pocos, inercia de movimiento. Ángel, no se mueve. Rebeca, espera, algo. Luego, vuelve hacia la cabaña. 


ÁNGEL: Rebeca. 

REBECA: Mhm. 

ÁNGEL: ¿Le decís a Marcelo que tengo lo que me pidió? 


Rebeca, que giró para verlo, asiente levemente con la cabeza, abre la puerta y se pierde en la luz del adentro.

Ángel, comienza a armar un cigarrillo de marihuana, mientras espera. Marcelo, sale al poco tiempo, Clara viene unos pasos atrás de él. Para cuando llegan a su lado, Ángel ya está encendiendo el porro. Después de alguna que otra pitada, se lo pasa a Marcelo. Los tres quedan acodados en la baranda de madera. De izquierda a derecha, Clara, Ángel y Marcelo.  


CLARA: Te guardamos unas empanadas, por si te da hambre más tarde. 

MARCELO: Éste es para abrir el apetito. (Le pasa el porro a Clara). 

ÁNGEL: ¿Qué onda? 

MARCELO: Rico. ¿Flores? 

ÁNGEL: Parece… Bueno, eso dicen. 

CLARA: No. 

ÁNGEL: ¿No? 

CLARA: No. (Le pasa el porro a Ángel). 

ÁNGEL: ¿Qué tal la cena? 

CLARA: Bien, qué sé yo. 

ÁNGEL: ¿Bien? 

MARCELO: Más “qué sé yo” que “bien”. (Rie). Bueno, en mi opinión. 

ÁNGEL: ¿Maca? (Porro a Marcelo). 

MARCELO: Adentro. Dice que va levantar la mesa ella, lavar los platos y preparar un café.

ÁNGEL: Guau, qué bien. 

MARCELO: Está en el sillón, con el celular, desde que entramos. (Porro a Clara). 

ÁNGEL: Ah, bueno. 

CLARA: Por lo menos entró. 

ÁNGEL: Ya voy a entrar. Ahora entro. 

CLARA: No hay apuro. Tomá. (Porro a Ángel).  

ÁNGEL: ¿Mamá? 

CLARA: Bien, qué sé yo. 

ÁNGEL: ¿Más “qué sé yo” que “bien”?

MARCELO: A mí no me mires que en cuestiones de familia… ajena, no me meto. 

CLARA: Lo aprendió con el tiempo. 

ÁNGEL: Bien por vos. (Porro a Marcelo). Gracias Clara, por venir. 

CLARA: ¿Gracias por venir? Es mi mamá también. 

ÁNGEL: Por venir rápido, por venir, ahora, acá. También por eso. 

MARCELO: Vino porque le dije que traías porro.  

ÁNGEL: Bueno, gracias igual. 

CLARA: Gracias por el porro. 

ÁNGEL: Qué gracias, me deben cinco mil pesos cada uno. 

MARCELO: ¿Qué?

ÁNGEL: Está caro el sur. 


Se ríen.


CLARA: ¿Qué onda con la pendeja? 

ÁNGEL: No sé… 

CLARA: Todo mal, ¿no?

ÁNGEL: Mhm. 

CLARA: ¿Qué dice? 

ÁNGEL: ¿Ella? 

CLARA: Eso sí, ¿qué te dice?

ÁNGEL: No sé, un montón de cosas y yo ya tengo la cabeza en un montón de cosas. 

CLARA: Dale con el faso, amor.

MARCELO: Buenooo… (Porro a Clara). 

CLARA: ¿Te acordás cuando me encontraste fumando? 

ÁNGEL: Cigarrillos. 

CLARA: Sí, cigarrillos. (Se ríe). Te hacías el adulto. El señor mayor. “No te voy a retar, pero me tenés que prometer que no lo vas a hacer más”. (Se ríe). Hacíamos fuerza con las chicas para no tentarnos. 

ÁNGEL: Bueno, pero ¿cuánto tenían? 

CLARA: Qué sé yo, ya éramos adolescentes, la edad de Maca, ponele. 

ÁNGEL: Te quiero ver a vos... o a vos (por Marcelo), que tanto te reís, encontrándose a Maca fumando. 

CLARA: ¿Cigarrillos?

ÁNGEL: Lo que sea. 

MARCELO: Y, no sé…

CLARA: Si me la encuentro fumando un cigarrillo le digo: “Nena, fumate un troncho que es más rico y pega”.  

ÁNGEL: ¿Ah sí? Qué madre más moderna. 

CLARA: “Nena, tomá, fumate esto que hace bien, que te tranquiliza, que te ayuda a dormir, que cura el cáncer, boluda. ¿Qué haces fumando esos caretas, ahí? Tomá prendete éste y pasaaalooo”. 


Se ríen. 


MACARENA: Mamá. 


Nadie la vio, Macarena está detrás de ellos. ¿Cuánto escuchó? Clara, le pasa el porro a Ángel, que no sabe agarrarlo, que no puede, se cae, lo juntan, lo tiran, un quilombo en realidad. 


CLARA: Mi amor… ¿Qué haces… acá?

MARCELO: ¿No tenés frío? 


Macarena mira a sus padres. 


MACARENA: Me voy a la cabaña. 

CLARA: ¿Mhm? ¿Por? 

MARCELO: Dale, dale, dale. 

MACARENA: ¿Todo bien? 

CLARA: Todo bien. 

MARCELO: Perfecto, ¿vos bien? 


Macarena mira a sus padres. 


MACARENA: Bueno, les avisaba que me iba. 

MARCELO: Claro. 

CLARA: ¿Qué? 

MARCELO: CLARO, dije. No Clara. 

CLARA: Ah, claro, claro. 

ÁNGEL: ¿Qué? (Se ríe solo).  


Clara y Marcelo hacen fuerza para no reír. 


MARCELO: (Al borde de la carcajada). Tu tío es un boludo… 


Macarena mira a sus padres y a su tío.  


MACARENA: Bueno, chau. 

CLARA: Chau, bella. 

MARCELO: Chau, amor. 

ÁNGEL: Chau, Maca. 

MACARENA: Chau. 


Sale Macarena, los tres se aguantan, la miran irse. 

Aguantan. 

Aguantan. 

La miran bajar.

Aguantan. 

Aguantan. 

Se echan a reír.


MARCELO: ¿Dónde está el porro, boludo? 

ÁNGEL: Qué sé yo, se me cayó abajo. 

CLARA: No, mirá si lo encuentra Macarena. 

ÁNGEL: Bueno, ¿no querías enseñarle vos? (Imitando a su hermana de la manera más grotesca posible). “Fumate el troncho, fumate el troncho”. 

CLARA: ¡No! Quedaba un montón. 

MARCELO: (Cantando) “Y cómo pegaaa… papel con papel”. Hacete otro, Ángel.

ÁNGEL: No, ya está. 

MARCELO: Dale, si compraste un montón, seguro. 

CLARA: Basta, que estoy re drogada. 

ÁNGEL: (Imitándose). “No te voy a retar, pero me tenés que prometer que no lo vas a hacer más”. 


Ríen. 


MACARENA: Mamá. 


Otra vez. 


MARCELO: Pero la puta, nena, nos vas a matar a todos si te aparecés así a cada rato. 

MACARENA: Se les cayó esto. (Tiene el porro en la mano). 

CLARA: ¡Es del tío! 

ÁNGEL: (Mirando a su hermana, no sin sonreír). Sí, es mío, Maca. (Se acerca y se lo agarra). Disculpá, gracias. 

MACARENA: Todo bien, tío. Yo también fumo. 

ÁNGEL: ¿Ah, sí?

MARCELO: ¿Ah, sí?

CLARA: ¡¿Ah, sí?! 

MACARENA: Sí. 

ÁNGEL (Muy tentado): No te voy… no te voy a ret… no te voy… a retar… Pero, me tenés que prom… que promet… (Se ríe, fuerte. Y se aleja). 

CLARA (Acercándose a su hija, tratando de mantener una compostura, una actitud): Bueno Maca, no. Mañana lo hablamos, ¿sí? 

MACARENA: ¿Mañana lo hablamos? 

CLARA: Sí mi amor, mañana. 

MACARENA: ¿Cuándo hablamos de algo vos y yo? 

MARCELO: No, lo que tu mamá dice… Ehm… ¿No te ibas a dormir vos?

MACARENA: No, me iba a la cabaña, pero ahora me quedo, ahora vamos a hablar. 

CLARA: No mi amor, ahora no. Tu mamá está muy cansada. 

MACARENA: No estás cansada, estás drogada, te escuché. Todos están drogados, por ahí ahora me dicen la verdad. ¿Acaso los borrachos no dicen la verdad?

MARCELO: Eh… Mi amor, es tarde. 

MACARENA: No es tarde, papá, no son ni las once de la noche. 

MARCELO: Es tarde para nosotros, que viajamos todo el día. 

CLARA: Pero no sé qué película te estás armando, Macarena. Acá nadie te está ocultando nada. La abuela se descompuso…

MACARENA: ¿Se descompuso? 

ÁNGEL: Tuvo un ACV, Maca. Hace una semana. Yo me vine para acá a penas pude, igual que tu mamá, que tenía que organizarse un poco más, para que pudieras venir vos y también tu papá. Si no te dijeron nada, es para no preocuparte, para protegerte. Yo llegué casi en el mismo momento en que le dieron el alta. Fue leve, los médicos dicen que fue leve. 

CLARA: Eso es todo, ¿sí? Ahora estamos acá para acompañarla. Para pasar un tiempo de calidad en familia, con ella. 

MACARENA: ¿De calidad? La dejaron sola en el hospital. 

CLARA: Ángel vino a penas pudo. 

MACARENA: ¿Y por qué no vino antes? ¿Por trabajo? ¿Por plata dejan sola a su mamá una semana? 

MARCELO: No estaba sola, estaba Osvaldo y las chicas, estaban con ella hasta que llegamos nosotros. 

MACARENA: ¿Osvaldo? ¿El empleado? 

ÁNGEL: Osvaldo es parte de la familia, hace treinta años que está con mamá y con todos. 

MACARENA: Sí, puede ser que Osvaldo sea más familia que cualquiera de nosotros. 

CLARA: ¡Basta Macarena! Marcelo… 

MARCELO: Maca, tenés que entender que lo único que pretendemos es cuidarte. 

MACARENA: Mintiéndome, ocultándome cosas. 

MARCELO: Sí. No nos van a dar un premio por ser lo mejores padres del mundo, somos los mejores padres que podemos ser. 

MACARENA: ¡Me dijeron que nos íbamos unos días de vacaciones! 

MARCELO: Sí. Y en eso estamos, vamos a estar todos juntos, unos días… de vacaciones.

MACARENA: Porque la abuela está enferma. 

MARCELO: Para acompañar a tu abuela, sí. A tu mamá y a tu tío. 

MACARENA: ¿No me podían decir eso? ¿Antes? 

CLARA: Seguramente. Sí. Pero las cosas… las  cosas no son como se supone que deberían ser. A veces se improvisa, a veces salen bien y a veces salen mal y se lastima a alguien y así. No hay preparación para las cosas, no hay ensayos. 

MACARENA: Quiero postre. 


Pausa. 


MARCELO: Bueno…

CLARA: Sí, yo también. 

ÁNGEL: Voy a comprar algo. 

MACARENA: No, tío. Entremos. 


Pausa. 


MARCELO: Voy yo. 

ÁNGEL: Pero…

MARCELO: Sé adónde queda la heladería. 

CLARA: ¿Helado? Amor. ¿Con el frío que hace? 

MARCELO: Bueno, veo que consigo. 

ÁNGEL: Te acompaño. 

CLARA: Ángel… 

ÁNGEL: Okey. 

MARCELO: Ahí vengo… 


Marcelo, comienza a bajar las escaleras. 


MARCELO: Ángel, una cosa… 


Ángel se le acerca, le da la tuca que queda. Marcelo continúa bajando hasta desaparecer. Clara ha negado un poco con la cabeza. Macarena ha sonreído al mismo tiempo. 


ÁNGEL: ¿Sin ensayos? 

CLARA: Sin ensayo.

MACARENA: Pero los tres. 

CLARA: Sí, eso. 


Ángel está frente a su hermana y sobrina. Comienzan a caminar hacia la puerta de la cabaña. Macarena, abraza a su mamá, quizás tiene frío. Clara al saberlo, frota la espalda de su hija un buen par de veces y estira su mano hacia el cuerpo de Ángel, que también forma parte de ese abrazo y de esas caricias. 

La puerta de la cabaña se abre, la luz de adentro se incrementa. 


CLARA: No creas que no vamos a hablar de la cuestión del estar fumando. 

MACARENA: Bien, hablemos. 

ÁNGEL: Vamos adentro. 


Entran o son devorados por la luz. 



CUADRO QUINTO


Por fin, estamos dentro de la cabaña. Por las ventanas, casi podemos ver todo lo que ya conocemos, el bosque, la orilla del lago. La vista es realmente hermosa, la noche es clara, la luna es redonda, unas pocas nubes que no entorpecen la vista, las estrellas. 

Y, por fin, la vemos. Evelyn, es una mujer de sesenta y cinco años y está muy bien vestida. Camisa de seda y pantalones de tela, zapatos bajos, sin taco. Lleva un pañuelo en la cabeza, aunque su pelo lacio y castaño, le llega casi hasta los hombros. Está sola, sentada a la mesa, jugando con los restos de comida que han quedado en su plato. 

La puerta de entrada es abierta por Clara, detrás de ella, están Ángel y Macarena. 


EVELYN: ¿Qué estaban haciendo afuera? Saben que no puedo salir, por el frío. No tengo puesto nada de abrigo y no quiero ir a buscarlo. Tengo que esperar que ustedes se dignen a entrar para poder charlar con alguien. Ninguno de ustedes sabe lo que es estar sola, de verdad. Sola, todo el día sola. Me dejan SOLA. No habrán estado fumando, ¿no? No es bueno fumar, NO HAY QUE FUMAR. Es feo, queda mal, te huele todo el aliento, parece una… una… ¿Cómo se llama la mierda? Donde va la mierda. La… el pozo ese… Bueno, eso. Ya saben. No fumen, NO FUMEN MÁS. ¿De dónde los sacan? Digo yo. Hay olor, hay olor a pucho. 

CLARA: ¿Cómo que estás sola, mamá? 

EVELYN: Sí, acá, hace rato.

CLARA: ¿Y Rebeca? 

EVELYN: ¿Quién? 

ÁNGEL: Mi mujer mamá, Rebeca. 

EVELYN: Ángel, ¿dónde estabas? No comiste nada. 

ÁNGEL: Mamá, Rebeca. 

EVELYN: ¿Tu mujer? Qué sé yo, pensé que estaba con ustedes. 

ÁNGEL: Debe estar en la pieza, a ver… 


Ángel sale hacia el interior de la casa. 


MACARENA: Papá fue a comprar un postre. 

EVELYN: ¿Quién? ¿Qué papá? ¿Ángel? No, no. Que no compre nada, que estoy gorda. Echa una chancha estoy. 

MACARENA: Estás hermosa, abuela.

EVELYN: Vos sos hermosa, mi amor. 

MACARENA: Gracias. 

EVELYN: Saliste a tu mamá. 

CLARA: Gracias. 

EVELYN: Por suerte, porque si salía al padre, dios mío. 

CLARA: Mamá…

EVELYN: ¿Qué? ¿Qué tiene? Digo la verdad. 

MACARENA: Está bien.

EVELYN: No, no está bien. A mí me salieron dos hijos hermosos, eso está bien. 

MACARENA: Porque salieron a vos, abu. 

EVELYN: Sí. (A Clara). ¿A dónde fue tu marido? 

CLARA: A comprar el postre. 

EVELYN: Yo no quiero postre. 

CLARA: Bueno, no comas. 

EVELYN: Qué mal que me tratás, Clara. 

CLARA: No te trato mal, te digo no más. 

EVELYN: Me tratás como si fuera una vieja, me dejan sola, todo el tiempo, nadie viene. Me tengo que enfermar para que vengan a verme y cuando vienen, me tratan como si fuera… Bueno. 

CLARA: Mamá, tranquila. 

EVELYN: Estoy tranquila. ¿Dónde está Ángel?  

MACARENA: Fue a buscar a Rebeca. 

EVELYN: ¿Y ésa qué hace acá? Es una yegua esa chica. 

MACARENA: Abuela. 

CLARA: Mamá. 

EVELYN: Bueno… Me quedo callada. ¿Qué van a traer de postre? 

MACARENA: No sé. Papá fue a buscar algo. 

EVELYN: Está todo cerrado a esta hora. 

CLARA: Es temprano. 

EVELYN: ¿Qué hora es? 

CLARA: Las once. 

EVELYN: Está todo cerrado. 

MACARENA: Y bueno, mejor, así ninguna engorda. 

EVELYN: Vos estás flaca, vos comé, no comiste nada. 

MACARENA: Sí comí. 

EVELYN: Nada, nada, un palito sos. Comé. 

CLARA: Ahora vamos a comer el postre. 

EVELYN: Vos mejor si no comés, Clarita. (Se ríe). Pobre, salió con tendencia, igual que yo. 

CLARA: ¡Ay dios! 

EVELYN: ¿Qué pasa? 

CLARA: Nada, nada. 

MACARENA: Todas vamos a comer. Total, estamos de vacaciones. 

EVELYN: Justamente. Los Lamborghini trabajan cuando todos están de vacaciones y NO viceversa. 

CLARA: Eso decía papá.

EVELYN: ¡¿Qué va a decir, ese pelotudo?!

CLARA: ¡MAMÁ!

EVELYN: Y si tengo razón.

CLARA: Dijiste: Los Lamborghini ¿no? Bueno, ese es el apellido de papá y nos lo dio a los dos hijos.  

EVELYN: Se fue a la mierda, por cagón. 

MACARENA: Bueno, abuela, ¿por qué no hablamos de otra cosa?  

EVELYN: Es hora de que sepas, nena. Que te enteres de lo que era tu padre.

MACARENA: Mi abuelo. 

EVELYN: Un cagón. 

CLARA: Te dejó todo a tu nombre, todo lo que tenía él, es tuyo. No te abandonó en la calle. 

EVELYN: Mejor que se haya ido. 

MACARENA: ¿Podemos hablar de otra cosa? 

EVELYN: ¿Dónde está Ángel?  

CLARA: En su pieza, Mamá. Con Rebeca. 

EVELYN: ¿Qué Rebeca? 

MACARENA: La tía Rebeca. 

EVELYN: ¿Qué tía? Nooo… Una noviecita, ya se van a dejar, no te… no te… enamores de ésa. 

CLARA: Hace diez años que está con ÉSA.

EVELYN: Y a vos, ¿te gusta? (Nadie habla). ¿Ven? No soy la única.

CLARA: No tiene que gustarme a mí. 

EVELYN: No le gusta. A mí tampoco. 

MACARENA: ¿Hablamos de algo lindo? 

EVELYN: Vos sos linda, mi vida, flaquita, linda. Hermosa sos. 

MACARENA: Gracias. 


Pausa. Un tanto larga, parece que no hay nada de qué hablar. 


EVELYN: Se va a ir la yegua. 

CLARA: ¿Qué decís, mamá? 

EVELYN: Yo sé. 

CLARA: ¿Qué sabés? 

EVELYN: Se va a ir… pobrecito, mi angelito. 

MACARENA: ¿Por qué se va a ir, Abu? 

CLARA: Macarena… 

MACARENA: ¡Qué! 

EVELYN: Dejala, dejala, ya vas a ver… Es un puta. No viste como se viste, todo, ahí, mostrando todo. Puta, puta.

CLARA: Mamá, por favor, ¿te podés calmar un poco? 

EVELYN: Vos tendrías que calmarte. 

CLARA: ¿Yo? 

EVELYN: Vos y tu… 

CLARA: ¿Qué? 

EVELYN: Tu… esposo. 

CLARA: ¿Qué pasa con Marcelo? 

EVELYN: Bueno, no voy a decir nada. No voy a hacer ningún COMENTARIO al respecto, de tu esposo, de cómo la mira a esta chica, de nada. 

CLARA: ¿Te das cuenta que decís que no vas a hacer comentarios y los estas haciendo igual?

EVELYN: Yo no dije nada. 

CLARA: Mejor lo dejamos acá. 

EVELYN: No dije nada. 

CLARA: Basta, mamá.

EVELYN: Pero no dije nada. 

CLARA: ¡Dios!

MACARENA: ¿Podemos charlar de otra cosa? Miren, estamos acá las tres mujeres de la familia, tres generaciones juntas. ¿Y tenemos que discutir? Pelearnos. Hablemos de algo lindo. Dicen que se va a poder patinar en el lago, mañana podemos ir, las tres. ¿No, mamá? Y patinar y… y reírnos. En familia. ¿Quién patina mejor, Abuela? ¿Ángel o Clara? Me dijeron que el tío Ángel, cuando era chico, ganó una medalla. Iba a ir a competir afuera, a un campeonato de patinaje, muy grande. ¿Dónde era? ¿Lo iban a federar, no? 

EVELYN: No, no. 

CLARA: Sí, a Estados Unidos. 

MACARENA: ¿Patina mejor que vos, mamá? 

EVELYN: No, no, Ángel no patina. 

MACARENA: Sí, vi fotos, con un trajecito brillante. Mamá, ¿competían juntos? ¿Cómo pareja? 

CLARA: Sí. 

MACARENA: Tuvo una lesión y no volvió a patinar. Mamá, ¿cómo era? ¿Se quebró? ¿Patinando? 

EVELYN: No, Ángel, no.

CLARA: Se quebró, pero después no quiso volver. Se repuso bastante rápido, pero no quiso… 

EVELYN: ¿Qué estás diciendo, Clara?  

MACARENA: Sí, abuela, acordate… 

EVELYN: Ángel, no. 

MACARENA: El abuelo patinaba, ¿no? Era el que les enseñó a todos. Vos abu, ¿nunca se te dio bien el hielo, no? 

CLARA (Media sonrisa): No. 

EVELYN: Ninguno patinaba bien, ninguno. 

CLARA: Ángel era bueno, sí. 

EVELYN: ¡¿Ángel?!

CLARA. Sí, cuando papá se fue… 

EVELYN: ¿No sé qué estás inventando? No digas boludeces, ¿querés, Clara? Ángel, NO PATINÓ EN SU VIDA. ¿Qué mierda están diciendo? 

MACARENA: ¿Y entonces? ¿Quién es el chico de las fotos? ¿El del trajecito brillante? Yo las ví, él, ahí, chiquito y hermoso estaba. Con el abuelo, acá mismo… 

EVELYN: ¡Pero callate un poco, nena! ¡Qué pesada que es esta chica! 


Evelyn se levanta. Empieza a juntar los platos. 


CLARA: Dejá mamá, yo junto. 

EVELYN: Todo yo tengo que hacer, todo yo. 

CLARA: Dejá mamá, descansá un poco. 

EVELYN: Es un desastre toda la casa. No me ayudan en nada. 

CLARA: Mamá, sentate en el sillón un rato, que con Macarena juntamos todo. Ahora viene Marcelo, con el postre. 

EVELYN: Yo no voy a comer postre. 

CLARA: Bueno, pero sentate ahí, por favor. 

EVELYN (Tomándose la cabeza): Ay, me mareé. 


Clara ayuda a Evelyn, acompañándola hasta el sillón, donde la recuesta un poco. Macarena ha quedado quieta, quizás ofendida, haciendo fuerza para no llorar. 


CLARA: Vení, Maca, ayudame un poco. 

EVELYN: No, ya está, no pasa nada, nomás me mareé un poquito, ya está, ya está. 


Termina de recostarse en el sillón. 


EVELYN: Ay, por dios, que calor. 


Silencio. 


CLARA: Decile al tío que llame al médico, por favor. 


Macarena sale hacia las habitaciones. 


EVELYN: No, no médico. Estoy bien. 

CLARA: Lo vamos a llamar, por precaución, nada más. 

EVELYN: Estoy bien, vamos a juntar la mesa, dale. 

CLARA: Ahora lo hago, quedate acá un ratito y descansá, ¿sí? Un ratito mami. 

EVELYN: Sos buena vos, mi amor. 

CLARA: Aja, sé buena vos también y quedate acá un ratito. 

EVELYN: Dos hijos hermosos tengo. 

CLARA: Sí, hermosos. 


Entra Ángel, seguido por Macarena. 


ÁNGEL: ¿Qué pasó? 

CLARA: Se mareó. Ya está bien. ¿Llamaste al médico? 

ÁNGEL: Vamos a llevarla a la pieza. 

CLARA: ¿Vamos a la pieza mami, a descansar un poco? 

EVELYN: Bueno. 

CLARA: Vení, vení que te ayudamos, acá con Ángel. 

EVELYN: Bueno. 


La levantan entre los dos, la ayudan a caminar. Despacito, van saliendo hacia las habitaciones. Macarena, mira, ahora un tanto preocupada, tiene la frente arrugada y los ojos amontonando lágrimas. 

Pasan unos segundos y aparece Rebeca, lleva una valija, esas con rueditas, y una cartera grande. 


REBECA: ¿Qué pasó? 

MACARENA: La abuela se sentía mal. 

REBECA: Ah, sí, entiendo. (Pausa). Bueno, Maca, me voy. (La besa, le acaricia la cara). Fue hermoso verte de nuevo, te extrañaba. Estás muy grande y muy linda. (Otro beso). Chau. 

MACARENA: Para mí, vos sos mi tía. Para mí, vos sos familia. 

REBECA: Para mí también… vos son mi sobrina. (Sonríe, pausa pequeña). Chau. 

MACARENA: ¿Se pelearon? 

REBECA: ¿Con Ángel? 

MACARENA: Aja. 

REBECA: Ojalá…. Bueno. 

MACARENA: ¿Querés mi número de teléfono? Podemos chatear o… vernos algún día. Sos como…

REBECA: ¿Cómo… 

MACARENA: Alguien… parecido… parecido a mí. Pero adulto. Quiero decir… Me gustás. 


Pausa. Rebeca sonríe una vez más. 


REBECA: Le digo a Ángel que me pase tu número. Tengo el… tengo el teléfono apagado. 

MACARENA: ¿Y si no se ven más? 


Pausa. Rebeca no sonríe. 


REBECA: Cómo no nos… (Piensa, los ojos comienzan a humedecer). ¿Tenés instagram? (Macarena dice que sí). Te sigo entonces y hablamos por ahí. (Rebeca, guiña el ojo). ¿Eh? 

MACARENA: Me dijo el tío que no van a tener hijos. 

REBECA: ¿Eso te dijo? 

MACARENA: Tengo miedo de que por eso… de que por eso estén peleados. 

REBECA: ¿Por qué? 

MACARENA: Quizás vos querés y él no. 

REBECA: No es eso, Maca. 

MACARENA: ¿Es por la abuela? ¿Es porque la abuela no te quiere? 

REBECA: ¿No me quiere? 


Pausa. 


REBECA: Tampoco es por eso. Maca, me tengo que ir antes que… (Revisa en la cartera, saca la billetera). Tomá. Es… es… algo, es para que te compres algo ¿sí? 

MACARENA: No quiero, ¿por qué me dan cosas? No quiero cosas. 

REBECA: Comprate algo. Y decile a Ángel… Que yo sí quiero. Chau. 


Se acerca y le da un abrazo bastante largo. Macarena, más que nada, se deja abrazar. Sale por la puerta principal, la vemos irse bajando las escaleras, por la ventana. 

Macarena, otra vez sola en la cabaña, pequeña y sola. Se queda quieta, casi que llora. Se va tragando las lágrimas, aguanta estoicamente la avalancha, la catarata del llanto. Entra Marcelo, su padre, lleva en la mano una bolsa, con una caja adentro, es el postre. Macarena lo mira entrar. 


MARCELO: Maca 


Macarena corre a abrazar a su padre, no llora, pero descansa ahí, entre los brazos de su papá. 


MARCELO: ¿Pasó algo? (Macarena niega. Aún en los brazos de su papá). ¿Estás bien? 

MACARENA (Aunque no se entiende bien lo que dice): Sólo quería darte un abrazo, papá. 

MARCELO: Está bien, está bien. 


La abraza él también. 



Clara y Ángel llegan. 


MARCELO (Al verlos, sin soltar a Macarena): ¿Todo bién? 

CLARA: Sí, todo bien, se acostó. El médico dice que la dejemos descansar y que cualquier cosa lo llamemos de nuevo. 

MARCELO: Pero, ¿qué pasó?

CLARA: Se mareó, pero parece que TODO es NORMAL. 

MARCELO: El postre. 


Desde el abrazo, estira la bolsa para que sea tomada por Clara. 


CLARA: ¿Qué es? 

MARCELO: Una torta con frutas. 

CLARA: Okey. 


Macarena sale del abrazo. Ahora Marcelo es quien no quiere que el abrazo termine, pero termina. Clara, deja el postre sobre la mesa. 


CLARA: ¿Alguien quiere postre? (Coloca la caja de la torta sobre la mesa).  

ÁNGEL: Yo tengo que… (Señala las habitaciones). 

MACARENA: Se fue. 

ÁNGEL: ¿Quién? 

MACARENA: Rebeca. 

MARCELO: ¿Adónde se fue? (Recibe un codazo de Clara). Ahu. 

MACARENA: Se fue.  

ÁNGEL: ¿Se fue? Sí, sí, me… me dijo. (Asiente). Bueno… (Se sienta a la mesa). Bueno… creo que… creo que está… bien. 

MACARENA: Me dijo que te diga… Que ella sí quiere. 


Ángel no la mira. 


CLARA: ¿Qué cosa “sí quiere”? 

MACARENA: No sé, ¿hijos? 

ÁNGEL: ¿Qué?

MACARENA: Me dijo eso. 

CLARA: Así te lo dijo.

MACARENA: Bueno, ¡NO SÉ! Algo así. 

ÁNGEL: Está bien Maca. Tranquila, está bien.  

MARCELO: (A Clara). Había un quilombo bárbaro en el centro. Todo el mundo estaba en la calle, por eso me demoré tanto. Gente gritando, la policía; una película. 

CLARA: ¿Sabés qué pasó? 

MARCELO: Sí, parece que se perdió un chico. 

CLARA: Pobre. ¿Chiquito? 

MARCELO: No, no sé, supongo que sí. Para perderse digo, tiene que ser chiquito. 

CLARA: ¿Cuánto? 

MARCELO: ¿Cuánto qué? 

CLARA: Años. 

MARCELO: Qué sé yo. 

CLARA: Pero, ¿no preguntaste? 

MARCELO: Pedro. Pedro era el nombre. 

MACARENA: No digas ERA. 

MARCELO: ¿Cómo? 

MACARENA: Que decis ERA el nombre, como si estuviera muerto. 

CLARA: No seas morbosa, Macarena. 

MACARENA: Si fue papá.  

CLARA: Pobre, pobre su familia. No sé qué haría yo si algún día… 

MARCELO: Shh… 

CLARA: Sí, sí, mejor hablamos de otra cosa. 

ÁNGEL (Que parece haber empezado a “estar” justo ahora): ¿Qué pasó? 

MARCELO: Se perdió un chico, en el pueblo. 

ÁNGEL: Pepe. 

MARCELO: Sí, Pedro, ¿ya sabías? ¿Lo conocés? 

ÁNGEL: Pepe… Es… un amigo… Un chico que conozco. 

CLARA: ¿De acá? 

ÁNGEL: ¿De verdad? ¿Cuándo? ¿Qué pasó? 

MARCELO: No sé, todo el mundo lo está buscando. 

ÁNGEL: El padre, se está escapando del padre. El padre es un hijo de puta. 

CLARA: ¿De dónde conocés a este chico? 

ÁNGEL: Lo conocí hoy, en el lago, estuvimos jugando con él, con Rebeca. 

CLARA: ¿Y qué pasa con el padre? 

ÁNGEL: No, no sé, lo conocí hoy, al chico. Pero me contó que el padre… Se tiene que haber escondido, le tiene miedo, no tiene mamá… Tengo que ir a buscarlo. 

CLARA: ¿Adónde? 

ÁNGEL: Al lago. 

CLARA: Lo está buscando la policía, ¿no? 

MARCELO: Sí. 

CLARA: Lo van a encontrar, lo van a encontrar. 

ÁNGEL: El chico está asustado, se va a esconder, se va morir de frío si se queda afuera. 

MACARENA: Pedro… (Todos la miran). Pedro, dijiste que se llama. 

MARCELO: Sí. Pedro Col… Colombres, Colombrara… Algo así. 

MACARENA: Pepe, le dicen a los que se llaman José.    

CLARA: Sí, puede ser. Igual es un chico que está perdido con este frío. 

MARCELO: Y sí. 

CLARA: Basta, por favor, ¿podemos hablar de otra cosa?

MACARENA: O podemos ir a ayudar a buscar. 

MARCELO: Está todo el mundo, todo el pueblo ayudando. 

MACARENA: ¿Y nosotros no? 

CLARA: Macarena…

MACARENA: ¿No dijiste recién que no sabrías qué hacer si te pasara a vos? ¿No te gustaría que todo el mundo te ayudara? 

MARCELO: No podemos hacer mucho. 

ÁNGEL: Tengo que ir a buscarlo. 

CLARA: No, Ángel, es tarde. Nosotros viajamos todo el día, queremos descansar y vos… deberías quedarte acá, con mamá. 

MACARENA: ¡Mamá!

CLARA. ¿Qué Macarena?

MACARENA: Por favor. 

CLARA: No, no. 

MACARENA: Es un nene que está perdido. 

MARCELO: Maca…

MACARENA: Papá, por favor. 

MARCELO: Es… es tarde… 

MACARENA: Ayudemos. 

MARCELO: Está bien. Andá a la cabaña a buscar un abrigo. No vas a salir así. 

CLARA: Marcelo. Estamos cansados. 

MARCELO: Voy con la nena, quedate vos, tiene razón. 

CLARA: Andá a buscar el abrigo, Macarena. 


Macarena sale casi corriendo.  


MARCELO: ¿Qué querés hacer? 

CLARA: Vamos a ir. 

ÁNGEL (Parándose de golpe): Vamos. 

CLARA: No, Ángel, alguien se tiene que quedar acá, por si mamá necesita algo. 

ÁNGEL: Sí, sí, claro. 

CLARA (Acercándose): ¿Estás bien? ¿Necesitas algo? ¿Querés que me quede? 

ÁNGEL: No, no… 

MARCELO: Che, voy yo, con Macarena.  

CLARA: Sí, mejor, dale. 

ÁNGEL: No, no es necesario.  

CLARA: Me quedo un rato, con vos. Charlamos… y nos comemos la torta solos. 

MARCELO: No, eso ni en broma. 


Todos intentan sonreír. 


CLARA: ¿No estás desabrigado vos?

MARCELO: Tengo la campera en el auto.

CLARA: ¿Seguro? 

MARCELO: Sí…  

ÁNGEL: Busquen en el lago. Acá enfrente. La casa no debe estar muy lejos. Si es… Pepe. 

CLARA (A Marcelo): ¿Estás seguro que escuchaste bien? ¿Era Pedro el chico? 

MARCELO: Sí, sí, seguro. 

CLARA: ¿Y el tuyo? 

ÁNGEL: ¿El mío? 

CLARA: El chico que conociste hoy. 

ÁNGEL: Pepe, sí. 

MARCELO: ¿Y qué apellido? 

ÁNGEL: No, no sé. 


Entra Macarena, está agitada. 


MACARENA: Estoy lista. 

CLARA: Espero que esto no lo hagas para poder “ver” el centro. 

MACARENA: Ay, mamá. 

MARCELO: Vamos, vamos. 

 

Salen Marcelo y Macarena. Clara los ve irse. Ángel nada.  


CLARA: ¿Querés que haga café? 

ÁNGEL: Sí, dale. 

CLARA: Bueno… ¿Qué pasó? 

ÁNGEL: ¿Con qué? 

CLARA: Con Rebeca. 

ÁNGEL: Se fue. 

CLARA: Aja. 

ÁNGEL: Sí, en un momento me dijo que iba a irse. Pero la verdad es que yo no pensé que… Me dijo que… que ya no era necesaria acá. Que me acompañó, pero que acá se sentía sola, que sobraba. Que yo no lo miraba más… Eso. 

CLARA: Y vos… ¿Cómo estás? 

ÁNGEL: No sé… 

CLARA: Salimos a papá. 

ÁNGEL: ¿Qué? 

CLARA: Eso, que salimos a él. Salimos a lo que mamá nos contó de él. Enfocados en el trabajo, en el dinero, en hacer los negocios. Creo que al no tener una figura paterna presente, nos preocupamos por crearla. 

ÁNGEL: Mamá también es así. 

CLARA: Sí, después. ¿Cómo era mamá antes? 

ÁNGEL: Clara, te llevo dos años, no me acuerdo más que vos. 

CLARA: Ya sé, no te pregunto para que me cuentes.   

ÁNGEL: ¿Y entonces? 

CLARA: No sé, me pregunto. 

ÁNGEL: Mejor preguntarse cómo va a hacer mamá ahora, ¿no? ¿Qué vamos a hacer nosotros? ¿Qué vamos a hacer con ella y con todo esto? Creo que tendría que quedarme, ¿no? Trabajar acá, un tiempo, ver qué se puede hacer.

CLARA: Mamá chocha. ¿Pero vos? 

ÁNGEL: ¿Y a que volvería? 

CLARA: Ves… Salimos a papá. Y no te culpo, porque yo también. Te escapás de tu mujer y con un hijo. 

ÁNGEL: No es mi hijo. 

CLARA: Ya sé, no te pongas en víctima. Ese chico que se perdió, sea o no sea el chico que conocés, que conociste, a ese chico lo está buscando todo el mundo, ¿no? ¿No es eso lo que dijo Marcelo? Entonces, en este momento, ¿qué? Es hijo de todos. “Todo el mundo” está preocupado por él. O sea… no sé. 

ÁNGEL: ¿Me estás diciendo que me tengo que hacer cargo de un hijo que no es mío? 

CLARA: Ay, Ángel, no serías el primero en hacerlo. 

ÁNGEL: Un hijo que nació a causa de una infidelidad de mi mujer. 

CLARA. Tampoco serías el primero. 

ÁNGEL: Clara… 

CLARA: No sé, no te estoy diciendo nada, no estoy acá para darte consejos. No estoy para aconsejar a nadie yo. Solamente te digo que pienses mejor tus cosas y que dejes que las cosas de los demás se hagan solas. No tiene que venir Ángel a solucionar los problemas de todos. De ÁNGEL tenés el nombre no más… Voy a hacer café. (Se para, camina en dirección a la cocina). Ah, es lindo volver a verte, volver a tener un hermano.

ÁNGEL: ¿Aunque esté así?

CLARA: Sí, aunque esté así. Pensá que vine a encontrarme con un extraño y ahora… acá estamos. (Pausa, espera ahí parada. Luego, un tanto fuerte:) Yo también, Clara. A mí también me gusta volver a tener una hermana. 

ÁNGEL: Sí… sí, sí, perdón. 

CLARA: Es que nene, por favor. Lo que debe ser ser tu mujer… (Se tapa la boca). Perdón, no quise… Te falta, te falta aprender. (Sonríe). 

ÁNGEL: Perdón Clara. Lo que pasa… 

CLARA: “No me voy a enojar. Pero me tenés que prometer que no lo vas a hacer más”. 

ÁNGEL: Prometido, hermanita pequeña y mayor. 

CLARA: Es un lindo oxímoron ese. Pero no me trates de vieja, que soy más joven y más linda que vos. 

ÁNGEL: ¿MÁS linda?

CLARA: Voy a hacer el café. 


Clara entra en la cocina. Ángel, revisa el celular, se lamenta por algo, es como un gesto de mirar al cielo, al techo. Al bajar la cabeza, ve la caja de la torta. La abre suavemente, toma uno de los tenedores que están aún sobre la mesa. Y ahí, de parado, prueba el primer bocado de torta. Le gusta, lo vemos en su gesto, en su forma de aprobar lo que ha comido. Otro pedazo, un poco más grande, misma aprobación. Se sienta a la mesa. Mastica, saborea. Otra vez el tenedor a la torta. 

Evelyn ingresa, está vestida sólo con una bata. Ángel la ve entrar, pero ella no lo mira, no lo ve. Se dirige hacia la puerta de salida, pero camina lento. Ángel, aún con el tenedor a media altura, entre su boca y la mesa, la mira caminar. Comienza a pararse a medida que Evelyn se acerca a la puerta. Todavía tiene el tenedor en la mano. 


ÁNGEL:  Ma… Mamá…


Evelyn no responde. Abre la puerta principal, así, en bata. En ese momento, Ángel deja caer el tenedor en la mesa y se apura para evitar que salga.  

  

ÁNGEL: Mami, ¿qué haces? 

EVELYN: Salgo. 

ÁNGEL: Es tarde, mamá. Y estás… casi desnuda. Vení, sentate acá, Clara está haciendo café. Vamos a comer el postre. 

EVELYN: ¿Y tu hijo? 

ÁNGEL: ¿Qué hijo, mamá? Yo no tengo hijo. 

EVELYN: ¿Por? 

ÁNGEL: Porque… no sé, porque no tengo. Vení, vamos a sentarnos. 

EVELYN: Está perdido. 

ÁNGEL: ¿Quién está perdido? 

EVELYN: Tu hijo. 

ÁNGEL: No, él no es mi hijo. ¿Escuchaste? ¿Escuchaste todo? 

EVELYN: Andá, andá a buscarlo, pobrecito.

ÁNGEL: Ahora voy. 


Entra Clara. 


CLARA: Mamá, ¿qué pasa? 

EVELYN: Clara… 

CLARA: Sí, mamá, ¿qué pasa?  

EVELYN: Nada, me desperté, no tengo sueño. 

ÁNGEL: Estaba a punto de salir, así como la ves, abrió la puerta y se iba. 

EVELYN: ¿Qué decís? 

CLARA: ¿Adónde ibas a ir, mamá?

EVELYN: Yo no me iba a ningún lado. 

ÁNGEL: ¿Y por qué abriste la puerta? 

EVELYN: Callate Ángel, estás inventando. 

ÁNGEL: Bueno, ahora invento. 

CLARA: ¿Querés un té, mamá?

EVELYN: Sí, gracias. 

CLARA: Vamos a comer el postre. 

EVELYN: Sí, sí, un té, está bien. 


Clara vuelve a la cocina. 


EVELYN: Dale, andá ahora. 

ÁNGEL: ¿Qué? 

EVELYN: Andá ahora a buscarlo. 

ÁNGEL: Mamá, ¿está bien? 

EVELYN: Estoy perfecta, pelotudo. 

ÁNGEL: Mamá. 

EVELYN: Andá a buscarlo.

ÁNGEL: Todo el mundo lo está buscando, ¿por qué tengo que ir yo? 

EVELYN: Porque vos sabés, sabés dónde está, vos sabés cómo encontrarlo. 

ÁNGEL: Bueno, después voy, ahora vamos a comer el postre y a tomar algo. Con Clara, los tres juntos. 

EVELYN: Bueno. 

ÁNGEL: Y cuando vos estés bien, dormida y tranquila, ya voy a salir a… voy a salir.   

EVELYN: ¿Estás preocupado por mí? 

ÁNGEL: ¿A vos qué te parece?

EVELYN: Yo estoy bien. 

ÁNGEL: Mamá, hace un segundo querías salir en pelotas afuera. 

EVELYN: ¿Y te dan celos de que otros me vean desnuda?

ÁNGEL: ¿Ves? ¿Vos escuchás lo que estás diciendo? ¿Vos sabes quien soy? 

EVELYN: Ángel, sos Ángel, no soy idiota.  

ÁNGEL: Entonces ¿Cómo… ¿Por qué preguntás… Dejá. 

EVELYN (Apoyando su palma en la cara de Ángel): Mi amor… 

ÁNGEL (Sacándosela): Mamá, basta. No me toqués. 

EVELYN: Soy tu madre, carajo. 

ÁNGEL: Basta mamá, tranquilizate. 

EVELYN: Tranquilizate vos. No puedo hacerle una caricia a mi hijo ahora, ¿qué es eso de sacarme la mano así?  

ÁNGEL: No quiero… 

EVELYN: ¿Dónde está esta chica?

ÁNGEL: Ves… ¿De quién hablás? 

EVELYN: No me tratés de pelotuda, eh… Sabés bien de quién hablo. 

ÁNGEL: Rebeca… 

EVELYN: Sí, esa, la chica que vino con vos, sí.   

ÁNGEL: Mamá, se llama Rebeca y lo sabés muy bien. 

EVELYN: No, no, no me acuerdo. 

ÁNGEL: Mamá… Bueno, acabo de decírtelo.

EVELYN: Sí… Raquel, ¿dónde está? 

ÁNGEL: Rebeca, mamá, Rebeca, ¿me estás tomando el pelo? 

EVELYN: Sí, sí, Re vaca, aja. 

ÁNGEL: La verdad, no sé si reirme o llorar. 

EVELYN: ¿Me vas a decir a dónde fue? 

ÁNGEL: Sabés que se fue. 

EVELYN: No. No sé adónde se fue. 

ÁNGEL: Pero sabés que se fue. 

EVELYN: Sí, ¿adónde? 

ÁNGEL: ¡Clara! ¡¿Falta mucho para el café?! 

CLARA (Desde afuera): YA VOY. 

ÁNGEL: Volvió a casa, estamos… estamos pasando por un momento complicado… 

EVELYN: Y bueno… qué le vamos a hacer. 

ÁNGEL: ¿Estás contenta? 

EVELYN: No. 

ÁNGEL: Estás contenta, mamá. 

EVELYN: Sí, estoy feliz. 

CLARA (Entrando con café y té): ¿Y por qué estás feliz, ma? 

EVELYN: Por cosas. 

ÁNGEL: Porque estoy peleado con Rebeca, ¿te parece? 

CLARA: ¿En serio? 

EVELYN: Pero no, este Ángel que me pelea. 

CLARA: Y entonces… ¿por qué estás contenta? 

EVELYN: Esta torta está comida. 

CLARA: ¡Ángel! 

ÁNGEL: La probé, sí. 

CLARA: Te comiste la mitad. 

EVELYN: Te hubieras puesto un plato. 

CLARA: Ahora está toda chupada la torta. 

ÁNGEL: Por favor, usé un tenedor. No metí la mano. 

CLARA: Esperemos… (Reparte las tazas y le da un cuchillo a Ángel). Tomá, cortá y serví. El pedazo mordido, lo agarrás vos. 

ÁNGEL: No está mordido… (Respira). Ok, ok. 


Ángel, se pone a cortar la torta, coloca las porciones en servilletas y reparte las tres. 

La mamá y sus hijos comen, en silencio. De vez en cuando se miran entre sí. Evelyn sonríe algunas veces cuando encuentra las miradas de Clara o Ángel. Mientras Clara acepta la sonrisa y responde con otra parecida, Ángel sólo baja la cabeza, como si fuese un saludo desganado. Cada uno y a su tiempo, termina de comer su porción. Ángel fue el primero, comió bastante rápido. Evelyn y Clara, comiendo casi a la misma velocidad y casi de la misma manera; terminan casi juntas. 


EVELYN: RIQUÍSIMA.

CLARA: La compró Marcelo. 

EVELYN: ¿En lo de Martha?  

CLARA: No sé, la compró Marcelo. 

EVELYN: Debe ser en lo de Martha. 


Silencio. 

Ahora, cada uno con su taza, van bebiendo hasta acabar con el contenido de la misma. Es notoria la similitud que tienen Clara y Evelyn al beber. Manteniendo la taza siempre cerca de la boca, en el aire. Mientras que Ángel, levanta y apoya, levanta y apoya, pegando sorbos largos y golpeando un poco la mesa con la taza cada vez que la deja. Terminan también el café o el té. 


CLARA: ¿Alguien quiere algo más? 

EVELYN / ÁNGEL (Al mismo tiempo): Bueno… / No. 

CLARA: ¿Vos querés algo más, mamá?

EVELYN: No, no. Estaba diciendo que ya es tarde. 

CLARA: Claro. (Pausa). Bueno, voy a ver qué hace mi gente. 

ÁNGEL: ¿En qué vas? 

CLARA: Pensé en pedirte el auto. 

ÁNGEL: Claro. 

CLARA: ¿Qué? 

ÁNGEL: Que sí… estaba diciendo que sí, que claro. 

CLARA: Ah. Sí, siempre me pasa lo mismo. 

ÁNGEL: Voy a buscar la llave. 


Sale Ángel, hacia las habitaciones. 


EVELYN: Se te ve cansada, linda. 

CLARA: Estoy cansada. 

EVELYN: Mañana dormís hasta tarde. 

CLARA: Sí. 

EVELYN: ¿O te vas temprano a patinar? 

CLARA: No, no creo. 

EVELYN: La nena va a querer. 

CLARA: Macarena va a dormir hasta tarde también, seguro. 

EVELYN: La nena. 

CLARA: Macarena. 

EVELYN: No, mi nena. 


Ángel pasa de las habitaciones a la puerta de entrada como un rayo. 


ÁNGEL: No, no, no… No puede ser tan hija de puta, no, no…  


Sale. 


EVELYN: ¡Abrigate para salir! 

CLARA: ¡¿Qué pasó?! 

ÁNGEL: (Se escucha desde afuera): NO. ¡Hija de puta!

CLARA: ¿Qué le pasa? 

EVELYN: Se llevó el auto. 

CLARA: ¿Quién? ¿Rebeca? ¿Se llevó el auto? 

EVELYN: Yo escuché, sí. 

ÁNGEL (Entra): Se llevó el auto. 

EVELYN: Te dije. 

CLARA: ¿Rebeca? 


Ángel se sienta en el sofá. Derrotado. 


CLARA: Uf, bueno. 

ÁNGEL: Defendela ahora. Me dejó acá, SOLO. 

CLARA: ¿Solo? 

ÁNGEL: Dale, a ver como la defendés ahora… La verdad me gustaría escucharte. 

CLARA: Yo nunca la defendí. Sólo… Bueno, ¿para qué? ¿No? No estás en condiciones… 

ÁNGEL: ¿No estoy en condiciones de qué? 

CLARA: Nada, no dije nada. 

ÁNGEL: A ver… ¿No estoy en condiciones de qué?

CLARA: Basta, Ángel. 

ÁNGEL: ¿Que no estoy en condiciones de QUÉ? 

CLARA: De hablar… de razonar… Lo mejor es que mañana… 

ÁNGEL: ¡Mañana una mierda!

CLARA. No me trates mal, que yo no te robé el auto. 

ÁNGEL: Callate. Clara, ¿querés? 

EVELYN: Callense, los dos. Parecen chicos. Peleándose como hace mil años. Están grandes ya. Una cosa, una cosa en la que no están de acuerdo y se pelean ustedes dos. Insoportables son. (A Ángel). Y vos no digas, “me deja solo”. Como si estuvieras solo acá, estás con tu familia, que te quiere, que te extraña. Cuando llegue el momento de irte te tomás un taxi, un tren, un avión, una carreta, un helicóptero, lo que se canta y listo. No llores más como una nena. Yo soy tu mamá, no la otra que se fue, ¿entendés? YO estuve acá cuando tu papito se fue, no la otra… Y llorar no te sirve de nada. Cuando estabas quebrado, ¿quién te cuidó? ¿Tu papá? ¿La novia? NO, YO. ¿Entendés? ¿Entienden? “Tengo miedo, tengo miedo”. Así como un boludo, vos y él, dos boludos son. Dos boludos con miedo… 

ÁNGEL: Bueno mamá, tranquila. 

EVELYN: Tranquila las pelotas, bien grandes las pelotas. 

CLARA: Mamá, tiene razón, no te hace bien ponerte nerviosa. 

EVELYN: No estoy nerviosa, estoy HARTA. De ustedes dos, HARTA. Harta, harta, HARTAAA. ¡HARTAAA! 

CLARA: Mamá. 

EVELYN: Ahora se ponen de acuerdo. Ahora, para hablarme a mí, para retarme a mí, se ponen de acuerdo. ¿Qué soy yo? un… un… un… un… un…. ¿Qué? 


Nadie dice o hace nada. 


EVELYN: Sí, me voy a cuidar, quedense tranquilos. ¿Saben las veces que me enfermé en todo este tiempo? ¿Qué creen? ¿Que una lo hace para que vengan a verme? Ni se enteraron, no soy… no soy un… así como ustedes creen. Y no estoy loca… No estoy PARA NADA loca. 

ÁNGEL: Nadie dijo…

EVELYN: Pero lo sé. Sé lo que piensan, si son… ustedes son… tan… Así, como son, son tan… así. Así no más. A DORMIR TODO EL MUNDO. 


Nadie nada. 


EVELYN: No me voy a morir, hoy no. Así que se quedan callados. Si ni tomé. Comí un poquito de torta y nada más. Té, tomé. No fumo más… Y vos tampoco Ángel. 

ÁNGEL: Tenés razón, mamá. 

EVELYN: ¡Y CLARO! Ya sé. Pero, ¿qué poronga gano con tener razón? Los Lamborghini trabajan cuando todos están de vacaciones y NO viceversa. Es mío eso… Clara, ¿sabés? 

CLARA: Sí. 

ÁNGEL: ¿Querés ir a dormir? Vamos todos a dormir, tenés razón. 

EVELYN: Carajo.

ÁNGEL: Clara. 

CLARA: ¿Mhm? 

ÁNGEL: Andá.

CLARA: ¿En qué? ¿Caminando voy? 

EVELYN: Andá, andá. ¡Saludá a tu hermano! ¡Con un beso! Yo me voy a acostar acá. Que hasta que lleguen todos no voy a poder dormir. Me acuesto acá un ratito. 


Se acuesta en el sofá. La bata la cubre poco. Está transpirada, no mucho. Se abanica con la mano. Ángel, la mira, hasta que se queda dormida. Le mide la temperatura con la mano, le toca la muñeca, comprobando el ritmo cardíaco. Piensa. La mira. Es muy de noche. 

Finalmente, Ángel mira a su hermana. No sabe qué decir o hacer, lo hace explícito, con un gesto. 


CLARA: Bueno, creo que voy a esperarlos en la cabaña. 

ÁNGEL: Sí, no te preocupes.

CLARA: ¿De qué tendría que preocuparme? 

ÁNGEL: No sé.

CLARA: Mañana nos vemos.  

ÁNGEL: Sí. 

CLARA: ¿Te gustaría ir a patinar? Juntos. 

ÁNGEL: No traje patines, sabés que… 

CLARA: Acá hay. 

ÁNGEL: El pie me creció desde entonces. 

CLARA: El pie sí, ¿pero vos? (Ángel sonríe). Están los de papá. 

ÁNGEL: ¿Cómo? ¿Dónde?

CLARA: Shhh… Escondidos. Eras… tan lindo, tan feliz. ¿Qué paso? 

ÁNGEL: Me caí, me quebré. ¿No te acordás? 

CLARA: ¿Y después? ¿Cuándo todo pasó?… Yo te esperé, esperé que a vos se te pase, que te saquen el yeso, que se te pase EL DOLOR, ese dolor que me decías que tenías. Tarde me di cuenta de que no se iba a ir nunca, de que al no estar más papá, para llevarnos, para enseñarnos, para mirarnos, al menos; vos ibas a tener siempre ese dolor. Te caiste esa vez y no volviste a levantarte, ni yo, ni mamá te lo podía hacer pasar. Y no te lo va a hacer pasar ni el trabajo, ni la guita, ni siquiera la distancia… Por ahí, si lo probás, si te animás a patinar… ¿Quién sabe? ¿Viste lo que dicen del hielo? Calma… dicen que calma. 

ÁNGEL: No sé… 

CLARA: Levantate, Ángel. Cambiá la cara y levantate. Sonreí. ¿Te acordás como sonreías? Las premios te los daban más por eso que por las piruetas, no eras tan bueno, pero tenías la sonrisa más linda del mundo. 

ÁNGEL: Vos también, eh. 

CLARA: ¿Qué?

ÁNGEL: Vos también podés sonreir, también tenés esa sonrisa de la que hablás. 

CLARA: (Sonríe, aunque sólo un poco). Dale. Chau... (Sale despacio).  

ÁNGEL: Mamá dijo que me des un beso. 

CLARA: Sí… 


Le sonríe. Se sonríen. 

Se abrazan, fuerte. 

Se besan los cachetes. 

Se vuelven a abrazar.

Se separan. 


CLARA: Ya está, la encontré.  

ÁNGEL: ¿A qué?

CLARA: Al resto de mi familia. 


Otro beso de Clara. Cortito. Sale despacio, sin hacer ruido. 


EVELYN: Ángel. 

ÁNGEL: Mamá, ¿querés ir a la cama? 

EVELYN: No, no. Estoy bien. 

ÁNGEL: ¿Qué pasa? 

EVELYN: El chico. 

ÁNGEL: Sí. 

EVELYN: Andá, buscalo. (Ángel afirma con la cabeza). Está perdido, no tiene a su mamá. La quiere ver, quiere que vuelva, la mamá. Ángel, imaginate, ponete en su lugar. ¿Cuánto me extrañarías si no estuviera? 

ÁNGEL: No digas eso. 

EVELYN: Respodeme. 

ÁNGEL: Mucho. 

EVELYN: ¿Y entonces?... Tranquilo, no me voy morir, HOY NO. Vos tenés a tu mamá, acá. No es la mejor del mundo, pero… casi, ¿eh? Pero hay un chico ahí (Toca el corazón de Ángel), que está perdido, que tiene frío. Y no va a parar de dar vueltas y vueltas y vueltas, hasta que encuentre un lugar donde pueda… donde pueda… ENCONTRARSE… con… su familia. Donde pueda descansar. Tiene miedo, no sabe en quién confiar. ¿Te acordás de los cuentos que te contaba cuando eras chico? ¿Viste Caperucita? Bueno, ella tampoco sabía en quién confiar. A este chico, le pasa lo mismo, ya no sabe si confiar en él. No sabe ni quién es, ni qué quiere, ni dónde está. Porque… no es un cuento… esto. La… la vida. Si vos ves un lobo, no confiás. Pero acá los lobos, no se ven, se disfrazan mejor, ¿viste? Como la abuelita… de Caperucita, que se disfraza. ¿Entonces? Buscalo. Y cuando lo encuentres, decile que vaya con su familia, con su mamá, que lo quiero y lo espero. Y aunque él no lo sepa, está bien. Sólo fue un susto… un susto… Como Caperucita. Andá… Encontralo, dale. Encontralo.  Es un nene hermoso, con… una sonrisa hermosa, lo vas a reconocer enseguida.  


Largo silencio.


EVELYN: Tenés olor a pucho. 


Ángel se sonríe.  


EVELYN: No fumes más. 

ÁNGEL: No. 



CUADRO SEXTO 


El lago está congelado. Ángel, enciende y fuma el último cigarrillo del paquete que abolla y guarda. Al fondo, otra vez muy al fondo, la cabaña.

Es muy tarde. Casi que nos acercamos al amanecer. 

Pepe, el niño de seis años, aparece patinando sobre el lago. Lleva puesto un traje de lentejuelas que brillan, como las ya ausentes estrellas. Pepe, al patinar, lleva una sonrisa enorme.  


ÁNGEL: ¿Pepe?


El niño sigue patinando. 


ÁNGEL: ¡Pepe! PEPE. 


El niño lo saluda con la mano y sigue patinando. 


ÁNGEL: ¿Adónde te habías metido, Pepe? Todos te están buscando. 


Pepe, sonríe. Patina o baila. Y sonríe. 


PEPE: Era el lobo. El lobo me buscó. Pero yo soy el más inteligente de los chanchitos. Me escondí en una casa que era más dura que el ladrillo. Una casa de hielo. Está allá (Señala). En el medio del lago. Papá noel estaba conmigo. El lobo, no nos encontró nunca. Sopló y sopló un viento helado, pero nunca llegó hasta nosotros. Se cansó, se durmió y le llenaron el buche con piedras y ahora, se quedó solo. 

ÁNGEL: Ya no quiero ser el lobo, no soy el lobo, ya no. Mi mamá me dijo que… (Pausa). ¿Tu mamá? ¿Tu mamá está con vos?

PEPE: Ella va a estar bien, Ángel. Tranquilo. 

ÁNGEL: ¿Está en la casa de hielo?

PEPE: Está descansando. 

ÁNGEL: Vení, vení vamos a… Vamos a buscar a alguien, quiero ayudarte. Mi familia, ellos también te están buscando, ellos son buenos. No hay lobos. Tengo una sobrina, podés jugar con ella. Es chica y… y muy linda. 

PEPE: Nooo, vení vos, vení. Vení a patinar. 

ÁNGEL: No tengo patines. 

PEPE: Yo sé que sí. 

ÁNGEL: Mañana… mañana patinamos, dale, vení. 

PEPE: Nooo, mañana, no. Ya es mañana. 

ÁNGEL: ¿Cómo hago? No sé si me acuerdo cómo. 

PEPE: ¿De qué tenés miedo? Yo no tengo miedo, ya no tengo miedo. Tengo mi casa, tengo mis patines, tengo de todo menos miedo.  

ÁNGEL: ¿Te acordás de Rebeca? La chica que estaba conmigo. Va a tener un hijo. 

PEPE: Bien. 

ÁNGEL: ¿Vas a jugar con él? 

PEPE: Sipi. 

ÁNGEL: ¿No tenés frío? 

PEPE: Hoy no. 


Pausa. 


ÁNGEL: Hoy no. 

 

Pepe sigue patinando mientras Ángel lo mira. 

Después de un tiempo Ángel se quita la campera y pone un pie en el lago. 



.FIN.


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