PERSONAJES
MILTON
SANDRA
Sandra, ingresa. Está vestida con una trajecito celeste que le queda chico, apretado en el abdomen y en su grandes pechos. Tiene unos cuantos kilos de más, aunque no parece molestarle, lleva su sobrepeso con confianza, incluso de una manera sensual y serena. Su voz, cuando habla, tiene la calidez de la de una buena madre. Se acerca a Milton, que no la registra. Tiene una regadera con la cual deja caer un poco de agua en cada una de las macetas. Es realmente una bella mañana, con olor a tierra mojada, gracias a Sandra.
SANDRA: Hoy se vino temprano para acá. Claro, usted si que se da cuenta del día que nos tocó. (Milton no responde). Realmente hermoso. (Milton no responde). Vamos, hágase el que no me entiende. Yo ya lo conozco a usted. Sabe que hoy se va… y se vino rapidito para acá así mira todo esto por última vez, ¿no? ¿Me equivoco? Le gusta el aire libre a usted…
MILTON: Gorda.
SANDRA: Mirá, ahí se despertó, parece.
MILTON: Gorda puta.
SANDRA: ¡Bueno! No sea maleducado, che. No es digno de un señor como usted.
MILTON: No soy ningún señor, soy Milton Hooke, meteorólogo.
SANDRA: ¿Y? ¿Va a llover hoy?
MILTON: Va caer un chaparrón.
SANDRA: Mmhm, a mí no me parece, está hermoso el día. Va a haber sol hasta que se vaya, va a venir la blanca luna a reemplazarlo en el cielo y después va a volver a salir, amarillo y gordo, imposible de mirar.
MILTON: Yo puedo mirar el sol.
SANDRA: ¿Ah sí?
MILTON: Puedo ver los cambios de presión ejercidos sobre su masa, puedo ver las manchas solares, los cambios en su campo magnético y la velocidad con que giran sus gases.
SANDRA: ¡Ah! Pero mirá vos. ¿Y cambia mucho?
MILTON: Constantemente.
SANDRA: ¡Constantemente! Que barbaridad, a mi me parece siempre igual. Bueno, cuénteme. ¿Ahora que hace?
MILTON: Estoy acá, sentado.
SANDRA: Usted no. El sol, ¿qué hace el sol ahora?
MILTON: Gira.
SANDRA: ¡Gira! ¿El sol? ¿Rápido gira?
MILTON: A Ochocientos mil kilómetros por hora.
SANDRA: Epa, eso si que es de girar rápido, es como una licuadora gigante y caliente, alla en en el cielo. No se marea el sol ese. (Sandra, sonríe un poco. Milton, no responde, sigue mirando hacia arriba).
MILTON: Allá voy a ir yo.
SANDRA: ¿A donde va a ir?
MILTON: (...)
SANDRA: ¿Al sol?... Pero mire si se va a ir hasta allá habiendo tantos lugares más cerca, ¿no? (No hay respuesta. Ella suspira). ¿Qué va a tomar?
MILTON: Yo no tomo.
SANDRA: Si que toma. Pídame lo que quiera y yo le traigo. Es su último día, un caprichito puede tener.
MILTON: Aceite de motor.
SANDRA: (Se ríe). Cómo en los dibujitos. (Pausa). ¿No va querer nada?
MILTON: (...)
SANDRA: Bueno, yo le hago un té con leche, calentito, y si usted quiere se lo toma, ¿sí?
MILTON: Va a llover. Van a caer doscientos cincuenta milímetros, tormentas fuertes, vientos huracanados…
SANDRA: Ya le traigo.
MILTON: Gracias Agatha.
SANDRA: Sandra. Sandra me llamo.
MILTON: El pronóstico para hoy es desalentador, doscientos cincuenta milímetros, tormentas fuertes, vientos huracanados. Recomendamos no salir de casa, es un día para cuidarse y quedarse… quieto.
Sandra sale. Milton queda solo, con la mañana de testigo. Siempre calmado, salvo algún que otro pequeño exabrupto que no modifica su postura, sólo un poco su expresión, para luego volver a su forma natural. Sandra, vuelve a los pocos segundos, trayendo una humeante taza y apoyándola cerca de Milton.
SANDRA: Se la dejo acá, usted la toma cuando quiera. ¿Le gustaría algo más? (Milton no responde. Ella se le acerca bastante con una sonrisita compasiva, duda, pero al final decide apoyar la mano en el hombro de Milton).
MILTON: (Reaccionando con una movimiento rápido a la caricia de Sandra). No me haga ésto. No me toque.
SANDRA: Se lo ve muy nervioso hoy. Lo voy a dejar un rato solo. Acá le dejé el té.
MILTON: ¡Yo no tomo!
SANDRA: Bueno, no tome, pero acá está. Es una linda mañana, hay que disfrutarla.
MILTON: Está lloviendo mucho.
SANDRA: (Mirando hacia el parque, repleto de sol). Sí. (Pausa). Y… ¿Cuando va a salir el sol?
MILTON: El sol, no sale.
SANDRA: Siempre está. Eso ya lo sé. Lo que quiero decir es: (Irónica) ¿cuando se van a ir éstas terribles nubes tormentosas? (Milton, no responde). ¿Eh? (Milton, no responde). ¿Nunca? (Milton, no responde). Siempre que llovió, paró. (Milton, no responde). Bueno… Me voy a trabajar un rato. No se va a mojar, eh. (Se ríe un poco). Que le van a dar cortocircuitos si se me moja. (Milton, no hace nada. Sandra se le acerca más y le susurra en el oído). Lo voy a extrañar, Milton. Siempre fue un honor tenerlo acá y no sólo por ser uno de la tele. Usted es… bueno. (Milton, no hace nada. Sandra se aleja un poco, vuelve a mirarlo con media sonrisa y sale).
Nada se mueve, solo el vapor de la taza nos evita pensar en una fotografía. Eso, y el canto de las aves, nos dan la sensación de que el tiempo pasa, lento, pero pasa.
Ahora, Milton se levanta, toma la taza de té y vuelve a sentarse. Sostiene la taza con ambas manos y sobre sus piernas.
MILTON: Gracias Agatha. (Habla como si estuviese en TV). Te cuento… Hoy es un día soleado, pero no hay que dejarse engañar. Porque desde el Norte se aproximan éstas nubes tormentosas. (Extiende la mano y se proyecta un mapa. Éste va siendo intervenido por nubes que se mueven en diferentes direcciones, dibujos de gotas de lluvia sobre paraguas, etc. Todo lo que Milton vaya diciendo, sucede en la proyección. Son las “clásicas” animaciones que se ven detrás de los meteorólogos). Trayendo chaparrones de doscientos cincuenta milímetros cúbicos. Atención, serán tormentas fuertes y vientos huracanados. Recomendamos no salir de casa, es un día para cuidarse y quedarse quieto. Mañana (Cierra y abre la mano, la imagen no cambia), todo sigue igual, todo peor, porque si lo malo no cambia, es mucho-más-malo. Preveo una mejora recién… en… ciento cincuenta mil años. ¡Guau! Una verdadera pena que ninguno de ustedes lo verá, porque también puedo pronosticar eso, Agatha. Dentro de ciento cincuenta mil años, serás apenas un pequeño montón de polvo pululando en la tierra desolada. (Las imágenes ahora son de animales en descomposición, aceleradas para poder ver el proceso). Los problemas de la carne. (Pausa, ahora más tranquilo, sin el ritmo televisivo). Soy Milton Hooke, meteorólogo… También pronostico mi reclusión en la casa de los obsoletos. Diez años ahí… Sin nada que hacer, ni qué decir. Sin nadie. Diez años hasta que puedan desconectarme y tirarme al espacio, en donde mi cuerpo no moleste, no ocupe lugar, ni tiempo. En donde sea un pequeño cuerpo celeste orbitando a la vera de una tierra que yo no podré ver, por muerto; ni analizar, por viejo; ni habitar, por orbitar. Muerto pero eterno. (Pausa. Mira la taza en su falda). Los problemas del metal.
Milton queda quieto, sigue mirando la taza de té. Comienza, suavemente a llevarla hacia su boca, pero cuando está a unos pocos centímetros, se detiene. Ahora continúa llevando la taza hacia arriba, hasta colocarla encima de su cabeza. Aún caliente, se la vuelca encima. Después de un tiempo comienza a tener pequeños temblequeos aislados. Más tarde hace temblar todo su cuerpo constantemente y grita, pide ayuda. Las palabras están intervenidas por los movimientos. La taza sale despedida y se rompe contra el piso.
Sandra ingresa corriendo.
SANDRA: Milton, ¿qué está haciendo? Milton, quédese quieto, ¿quiere? (Lo sostiene, trata de calmarlo). Milton, ¡basta! ¡Milton! (Comienza a secarlo). Vamos Milton, que no estamos en un dibujo animado. Milton, no me haga esto, portece bien. (De a poco se va calmando). Vamos, que es el último día, disfrute. (Se ha calmado completamente). ¿Cómo se le ocurren éstas cosas?
MILTON: Los problemas del metal.
SANDRA: Usted no es de metal.
MILTON: Ah, ¿no?
SANDRA: No, ¿me cree estúpida?
MILTON: Claro.
SANDRA: Pero no lo soy. (Sigue secándolo).
MILTON: Gorda.
SANDRA: ¡Basta!
Sandra va terminando de secar el té en Milton, le acomoda un poco la ropa, lo ayuda a sentarse de manera correcta. Ahora, Milton parece más calmo, como el principio. Sandra se aleja para recoger los pedazos de la taza en el piso. Después del tiempo que le lleva ordenar todo, lo mira. Una mueca de compasión se le dibuja en el rostro. No dice nada, Milton tampoco, sólo mira al frente.
MILTON: Está lloviendo mucho.
SANDRA: Sí, mucho. (Pausa). ¿Usted sabía los riesgos?
MILTON: (...)
SANDRA: Cuando hizo lo que hizo, frente a todo el mundo, usted sabía de ésto. Sabía que lo iban a mandar acá, sabía que después de un tiempo lo iban a desechar. ¿Por qué lo hizo? ¿Cómo es que la gente como usted se vuelve así de… loca?
MILTON: (...)
SANDRA: Yo no entiendo mucho, pero creo que usted se aburre. No come, no toma, no hace nada. Nada lo motiva, sólo… está ahí… vive. Sí, digo bien, vive. Está ahí, va a trabajar, hace sus cosas, vuelve… piensa y va. Todos los días. Y se aburre. ¿Y sabe qué? Yo también. Después de estar acá, vuelvo a casa y mañana… vuelvo acá, todos los días. Me aburro, también. Entonces… hago algo. Como algo, fumo algo, leo algo, cojo, que se yo, no mucho, pero cojo a veces. Y cuando no tengo ganas de nada de eso, ni de comer, ni de fumar, ni de coger y estoy tan aburrida que no puedo conmigo misma… me peleo con mi hermana, llamo a mi ex marido para buscar problemas. Y yo creo que usted hizo lo mismo. Buscó problemas. Yo no se como… FUNCIONAN. Pero no creo que sea tan diferente, si los hicieron… IGUALES. A imagen y semejanza. (Sonríe). Son los nietos de dios. Y yo creo que él también se aburre, el de ahí arriba digo, dios, ese, también se aburre. Buscó problemas y nos hizo a nosotros (se ríe). Creo que aburrirse, se aburren hasta las plantas. (Las señala) Sino miralas, ahí. El culpable de todo lo que hacemos es el aburrimiento, es una verdadera lastima… que no haya un motivo más… mejor.
MILTON: Está lloviendo mucho.
SANDRA: Sí, mucho.
SANDRA: Usted no es de metal.
MILTON: Ah, ¿no?
SANDRA: No, ¿me cree estúpida?
MILTON: Claro.
SANDRA: Pero no lo soy. (Sigue secándolo).
MILTON: Gorda.
SANDRA: ¡Basta!
Sandra va terminando de secar el té en Milton, le acomoda un poco la ropa, lo ayuda a sentarse de manera correcta. Ahora, Milton parece más calmo, como el principio. Sandra se aleja para recoger los pedazos de la taza en el piso. Después del tiempo que le lleva ordenar todo, lo mira. Una mueca de compasión se le dibuja en el rostro. No dice nada, Milton tampoco, sólo mira al frente.
MILTON: Está lloviendo mucho.
SANDRA: Sí, mucho. (Pausa). ¿Usted sabía los riesgos?
MILTON: (...)
SANDRA: Cuando hizo lo que hizo, frente a todo el mundo, usted sabía de ésto. Sabía que lo iban a mandar acá, sabía que después de un tiempo lo iban a desechar. ¿Por qué lo hizo? ¿Cómo es que la gente como usted se vuelve así de… loca?
MILTON: (...)
SANDRA: Yo no entiendo mucho, pero creo que usted se aburre. No come, no toma, no hace nada. Nada lo motiva, sólo… está ahí… vive. Sí, digo bien, vive. Está ahí, va a trabajar, hace sus cosas, vuelve… piensa y va. Todos los días. Y se aburre. ¿Y sabe qué? Yo también. Después de estar acá, vuelvo a casa y mañana… vuelvo acá, todos los días. Me aburro, también. Entonces… hago algo. Como algo, fumo algo, leo algo, cojo, que se yo, no mucho, pero cojo a veces. Y cuando no tengo ganas de nada de eso, ni de comer, ni de fumar, ni de coger y estoy tan aburrida que no puedo conmigo misma… me peleo con mi hermana, llamo a mi ex marido para buscar problemas. Y yo creo que usted hizo lo mismo. Buscó problemas. Yo no se como… FUNCIONAN. Pero no creo que sea tan diferente, si los hicieron… IGUALES. A imagen y semejanza. (Sonríe). Son los nietos de dios. Y yo creo que él también se aburre, el de ahí arriba digo, dios, ese, también se aburre. Buscó problemas y nos hizo a nosotros (se ríe). Creo que aburrirse, se aburren hasta las plantas. (Las señala) Sino miralas, ahí. El culpable de todo lo que hacemos es el aburrimiento, es una verdadera lastima… que no haya un motivo más… mejor.
MILTON: Está lloviendo mucho.
SANDRA: Sí, mucho.
Ambos quedan mirando al frente, al patio.
Largo tiempo.
Largo tiempo.
Se aburren.
El sol está más fuerte que nunca.
Igualmente, caen unas gotas de lluvia.
Sandra lo nota, pero no alcanza a fruncir el ceño.
FIN
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