PERSONAJES
JUAN
JOSÉ
JUAN: El Petiso, Rogelio Aldo Marrale, un crack. Zurdo, como todos los grandes. Jugaba para el Deportivo Barrio Sur desde que le permitieron escaparse de clase para ir a entrenar. Creo, si no me equivoco, que debutó en primera a los trece años. Claro que siempre fue chiquito, siempre igual, diría yo. Ya cuando era conocido en la zona, con veinte años, ponele, hasta el más nuevo le sacaba dos cabezas, de ahí viene su nombre, el Petiso Marrale. Se lo puse yo al nombre. Estábamos en la cancha con Peralta y El Flaco. Jugábamos contra el Deportivo Barrio Sur, de locales. A los tres minutos pregunté: “Y ese petiso,¿quién es?” No llegó la respuesta hasta el minuto quince, cuando todo la tribuna se preguntaba lo mismo. “Marrale, se apellida Marrale”, me dijo un gordo con pinta de transa, que lo había averiguado con sus contactos en la barra ajena. “No nos descuidemos, que éste en dos minutos nos vacuna”. Dicho y hecho. Se la dio el cinco de ellos, que en ese momento era Bustos, un grandote al que le faltaba un ojo y por eso había que pasarlo por la derecha, porque por la izquierda, te asesinaba. En realidad le tiró un ladrillo y el petiso, la bajó como si fuese un globo, le salieron dos de los nuestros. Nosotros le habíamos gritado al técnico, ya lo habíamos advertido: “¡Ese petiso, nos va a volver locos!”. No sé cómo hizo, pero en dos saltos ya estaba frente al arquero y si teníamos algo, era arquero. Benítez, carnicero, grandote y ágil como un tigre, imposible agarrarlo con la pija dormida. Pero Marrale, se la picó. ¿Cómo alguien se atrevía a picársela a Benítez? Si era una torre. Al otro día no abrió la carnicería, por vergüenza. Nos hizo dos y lo sacaron porque ya se lo querían comer. Lo sacaron de la cancha y del barrio, en un remis. Pero yo empecé a ir a verlo, creo que ahí tenía diecisiete años. ¡Qué jugador!
JOSÉ: No, no es ese el que yo digo. El que yo digo es un fracasado que jugaba en la reserva y que andaba con la hija del encargado del banco nación.
JUAN: Es el mismo.
JOSÉ: Marrale. No me acuerdo.
JUAN: Lo vinieron a buscar de Racing cuando pisaba los veinte. Ya tenía fama de crack. Yo estaba en la cancha a tres pasos del alambrado donde lo estaban mirando dos tipos de traje y corbata. Cada vez que la agarraba, los tipos se tragaban las lágrimas. Era un artista el Petiso. Le ofrecieron un departamento en Buenos Aires y un sueldo que hasta el día de hoy es mucha gita. Pero el Petiso, pidió un tiempito. “Hasta que termine la temporada”, dijo. “A este club lo quiero ver salir campeón”.
JOSÉ: ¿Pero que decís, Juan? Si Deportivo Barrio Sur nunca ganó nada.
JUAN: Yo no dije lo contrario.
JOSÉ: ¿Y qué pasó?
JUAN: Mirá… yo te voy a contar lo que me contaron. Nunca se sabe si es verdura el apio. Algunos dicen que se lesionó fuerte la rodilla y no pudo más jugar como antes. Y tenés razón, terminó en la reserva jugando de tres y tirándola alto. Pero a mí me contaron otra cosa. Ya me conocían en el barrio y aunque no sea hincha del club, me respetaban por amante del buen fútbol. Parece que un día, caminando, Marrale se encontró con el diablo y el tipo le contó todo lo que se le venía. Le habló de multitudes coreando su nombre en Alemania, de mundiales ganados con la celeste y blanca, de homenajes en la tele y de mujeres hermosas durmiendo en su cama. “¿Y qué pasa con Margarita?”, preguntó el petiso. “Margarita se queda acá”, contestó el diablo. “Se casa con un carbonero de las afueras y tiene un hijo al que le pone Rogelio”.
JOSÉ: Dejá de decir boludeces. Eso es puro cuento. Mirá si el tipo va a cambiar un mundial por una mina. Además, tampoco le dijo que le iba mal. No le contó que su novia se moriría si él se iba. Y otra cosa, ¿qué va a andar haciendo el diablo ahí? Como si no tuviera cosas más importantes.
JUAN: Boludeces decis vos, José. No te das cuenta que el diablo lo único que quiere es joderlo a Dios.
JOSÉ: ¿Y?
JUAN: Y que Dios es Argentino, cabezón.
JOSÉ: Bueno, no sé. Resulta que el tipo este, está vendiendo la chata y está impecable.
FIN
JUAN: El Petiso, Rogelio Aldo Marrale, un crack. Zurdo, como todos los grandes. Jugaba para el Deportivo Barrio Sur desde que le permitieron escaparse de clase para ir a entrenar. Creo, si no me equivoco, que debutó en primera a los trece años. Claro que siempre fue chiquito, siempre igual, diría yo. Ya cuando era conocido en la zona, con veinte años, ponele, hasta el más nuevo le sacaba dos cabezas, de ahí viene su nombre, el Petiso Marrale. Se lo puse yo al nombre. Estábamos en la cancha con Peralta y El Flaco. Jugábamos contra el Deportivo Barrio Sur, de locales. A los tres minutos pregunté: “Y ese petiso,¿quién es?” No llegó la respuesta hasta el minuto quince, cuando todo la tribuna se preguntaba lo mismo. “Marrale, se apellida Marrale”, me dijo un gordo con pinta de transa, que lo había averiguado con sus contactos en la barra ajena. “No nos descuidemos, que éste en dos minutos nos vacuna”. Dicho y hecho. Se la dio el cinco de ellos, que en ese momento era Bustos, un grandote al que le faltaba un ojo y por eso había que pasarlo por la derecha, porque por la izquierda, te asesinaba. En realidad le tiró un ladrillo y el petiso, la bajó como si fuese un globo, le salieron dos de los nuestros. Nosotros le habíamos gritado al técnico, ya lo habíamos advertido: “¡Ese petiso, nos va a volver locos!”. No sé cómo hizo, pero en dos saltos ya estaba frente al arquero y si teníamos algo, era arquero. Benítez, carnicero, grandote y ágil como un tigre, imposible agarrarlo con la pija dormida. Pero Marrale, se la picó. ¿Cómo alguien se atrevía a picársela a Benítez? Si era una torre. Al otro día no abrió la carnicería, por vergüenza. Nos hizo dos y lo sacaron porque ya se lo querían comer. Lo sacaron de la cancha y del barrio, en un remis. Pero yo empecé a ir a verlo, creo que ahí tenía diecisiete años. ¡Qué jugador!
JOSÉ: No, no es ese el que yo digo. El que yo digo es un fracasado que jugaba en la reserva y que andaba con la hija del encargado del banco nación.
JUAN: Es el mismo.
JOSÉ: Marrale. No me acuerdo.
JUAN: Lo vinieron a buscar de Racing cuando pisaba los veinte. Ya tenía fama de crack. Yo estaba en la cancha a tres pasos del alambrado donde lo estaban mirando dos tipos de traje y corbata. Cada vez que la agarraba, los tipos se tragaban las lágrimas. Era un artista el Petiso. Le ofrecieron un departamento en Buenos Aires y un sueldo que hasta el día de hoy es mucha gita. Pero el Petiso, pidió un tiempito. “Hasta que termine la temporada”, dijo. “A este club lo quiero ver salir campeón”.
JOSÉ: ¿Pero que decís, Juan? Si Deportivo Barrio Sur nunca ganó nada.
JUAN: Yo no dije lo contrario.
JOSÉ: ¿Y qué pasó?
JUAN: Mirá… yo te voy a contar lo que me contaron. Nunca se sabe si es verdura el apio. Algunos dicen que se lesionó fuerte la rodilla y no pudo más jugar como antes. Y tenés razón, terminó en la reserva jugando de tres y tirándola alto. Pero a mí me contaron otra cosa. Ya me conocían en el barrio y aunque no sea hincha del club, me respetaban por amante del buen fútbol. Parece que un día, caminando, Marrale se encontró con el diablo y el tipo le contó todo lo que se le venía. Le habló de multitudes coreando su nombre en Alemania, de mundiales ganados con la celeste y blanca, de homenajes en la tele y de mujeres hermosas durmiendo en su cama. “¿Y qué pasa con Margarita?”, preguntó el petiso. “Margarita se queda acá”, contestó el diablo. “Se casa con un carbonero de las afueras y tiene un hijo al que le pone Rogelio”.
JOSÉ: Dejá de decir boludeces. Eso es puro cuento. Mirá si el tipo va a cambiar un mundial por una mina. Además, tampoco le dijo que le iba mal. No le contó que su novia se moriría si él se iba. Y otra cosa, ¿qué va a andar haciendo el diablo ahí? Como si no tuviera cosas más importantes.
JUAN: Boludeces decis vos, José. No te das cuenta que el diablo lo único que quiere es joderlo a Dios.
JOSÉ: ¿Y?
JUAN: Y que Dios es Argentino, cabezón.
JOSÉ: Bueno, no sé. Resulta que el tipo este, está vendiendo la chata y está impecable.
FIN
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